El 15 de enero de este año, en la costa frente a Lima, el mar se tiñó de negro. Debido al oleaje provocado por la erupción del volcán Tonga, el petrolero "Mare Doricum" vertió al mar seis mil barriles de crudo, causando lo que el gobierno de Perú ha calificado como "el mayor desastre ambiental de los últimos años". La marea negra ha afectado nada más y nada menos que a 50 km de costa.
Todos sabemos las nefastas consecuencias que estos acontecimientos acarrean: para la vida marina, para la calidad del agua, la salubridad de las playas, los pescadores, el turismo, etc. Son perjuicios que se tardan años y años en subsanar, si es que alguna vez se consigue del todo. Pero lo peor es que en este caso, junto con todo lo anterior, parece haber una actitud negligente por parte de los responsables de ese petróleo. Por lo pronto, Repsol ha incumplido la primera medida impuesta para limpiar el derrame de crudo. Además, en el momento de producirse el derrame, la empresa lo notificó como un accidente menor, informando de la pérdida únicamente de 0,16 barriles.
Los accidentes siempre pueden existir, por muy trágicos que sean. Pero cuando son provocados o se juntan con la negligencia humana, el problema es aún mayor. No solo hay que afrontar entonces las consecuencias ecológicas de un desastre así, sino que aquellos que son responsables en todo o en parte se muestran reticentes a colaborar, dificultando la recuperación y haciendo temer nuevas catástrofes en el futuro...
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| (Fuente de la imagen y la noticia: informacion.es) |
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