Hacia Tamajón que decidimos partir, a los pies de la Sierra del Ocejón nos dirigimos con las ganas de gastar la mañana por un sabinar que bien sabe a aroma de tomillo, lavanda o jara. Las innumerables sabinas ponen el toque de bosque vivo entre el tinte calizo inerte de las lomas. Sin remolonear mucho, el despertador sonó a las 6:00, nos pusimos de camino a eso de las 7:00 para llegar allí prontito. Desde Madrid hay que tomar la carretera A-2 hasta Guadalajara y desde allí la CM-101 hasta Humanes y luego la CM-1004 hasta Tamajón.
Y finalmente llegamos a Tamajón a las 9:30 aproximadamente. No hay área recreativa para dejar el coche, por lo menos por donde empezamos nosotros. Tras dejar el coche algo retirado, echamos a andar por una pista muy fácil de seguir y con un ritmo adecuado para no cansarse mucho. Lo primero que nos llama la atención son los carnosos frutos de los escaramujos que poblaban las lindes de la carretera. El torvisco lucía igual de vistoso sus frutos carmesí; pese a que es una planta altamente tóxica, no hay que dejar pasar la oportunidad de detenerse a verlo, flores incluidas.
Con campos de cultivo bordeando la primera parte de la senda, girasoles marchitos fuera de temporada hacen de esa naturaleza muerta un paisaje melancólico y de sosiego tras los colores intensos del verano. Entre esos girasoles una bandada de centenares de jilgueros se levanta al unísono y se espantan tras pasar nosotros. Varios arrendajos y cuervos también dan la voz de alarma. A lo lejos un pico picapinos tamborilea en su afán rutinario de proporcionarse el sustento necesario y una perdiz se hace notar con su típico chucheo. Rabilargos, trigueros, un busardo ratonero, mirlos esquivos y otros tantos nos acompañan en nuestro paseo. Esta vez íbamos mirando a ras del suelo, los "bichillos" con el frío están a punto de desaparecer y queríamos aprovechar los últimos coletazos. Varios avispones zumban por todas partes entre las gramíneas algo ajadas.
Si todo esto os parece poco, después la visita al pueblo y a la ciudad encantada son dos citas obligadas de parada. Nosotros no teníamos mucho tiempo, así que dimos una cortita vuelta por los alrededores del pueblo y su arquitectura. Además siempre hay que dejar algo pendiente para tener el propósito de volver a un sitio, así que el "encanto de la ciudad" será en otra ocasión.
A la vuelta pasamos cerca de Cogolludo. Con sus típicas terrazas, es otro enclave geológico natural de la Alcarria que no se debe pasar por alto. Después vuelta a la urbe y sus edificios que tachonan el suelo con una estampa bien distinta.
Y como siempre, os mostramos más fotos:
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