Desde el pasado sábado veinticuatro, llevamos conviviendo constantemente con la noticia de que arde Doñana. Las imágenes son desoladoras... nos dejan ver un panorama bastante penoso y, a los que hemos podido disfrutar no hace mucho de su privilegiado entorno, nos entra una tristeza salvaje (nunca mejor dicho). Todos los incendios muestran la "crueldad" del fuego en la Naturaleza. Recientemente en el que ocurrió en Portugal también hubo que lamentar pérdidas personales. En el de Doñana, por fortuna, no hemos llegado hasta ese extremo, pero sí que ha habido cuantiosas pérdidas de biodiversidad, tanto animal como vegetal, y además se han destruido numerosas infraestructuras. Si en la mayoría de los fuegos en parajes naturales está detrás la mano del hombre, nos asalta la voluntad de plantear que se hace más que necesaria una Educación Ambiental sólida que sirva para remover conciencias.
Porque es a través de la Educación Ambiental cuando las personas aprendemos que preservar el medio natural es una tarea vital, ya que nuestro futuro y el de las generaciones venideras depende encarecidamente de ello. Si partimos desde el principio de conocer que la Naturaleza aporta beneficios "per se" y tal y como está, sin alterarla ni modificarla lo más mínimo, tendremos mucho camino ganado. Porque antes que construir un gaseoducto, todas aquellas personas concienciadas preferirán que haya más Naturaleza a su alrededor y no que se recalifiquen esos terrenos.
Poner en práctica una Educación Ambiental firme, con garantías de éxito y buen calado entre la población, nos ofrece una situación bien distinta, donde el hombre se integra dentro de la Naturaleza como uno más y no como el dueño de la misma. En los colegios e institutos la implantación de unos contenidos específicos para tal fin son más que útiles. Enseñar a los chavales cómo se producen los procesos naturales "in situ" es mucho más clarificador y les hace valorarlos mucho más.
El fuego es devastador... pero la Naturaleza es poderosa y solamente le hace falta tiempo para poder regenerarse. Si nosotros contribuimos a curar esa herida o a evitarla mediante una Educación Ambiental fuerte, haremos más enriquecedor el camino. Teniendo en cuenta que nuestro planeta tiene una antigüedad de unos 4.500 millones de años, el hombre no es casi nada en comparación con el poder de la Tierra. Pero, últimamente, la mano ejecutora del hombre, está generando mucha incertidumbre sobre qué puede ocurrir en un futuro no muy lejano. Cuando se queman espacios naturales de un valor incalculable y se comprueba que detrás está el ser humano, nos da qué pensar... en el porqué somos tan necios y tiramos piedras contra nuestro propio tejado. Volvemos a insistir entonces: si todos estuviéramos bien concienciados esto no habría ni que pensarlo. Y la herramienta que nos puede ayudar y guiar es la Educación Ambiental.
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