Hoy hemos cogido las mochilas y nos hemos ido nada más y nada menos que a un pueblo de nombre muy chulo: Chulilla, en la Comunidad Valenciana. Enclavado entre farallones de roca caliza, desde aquí parten varias rutas a cual más pintoresca ¡Y no lo decimos de balde, ya que en una hay incluso pinturas rupestres! Pero a la que nos hemos lanzado hoy es de vértigo, porque durante ella cruzas algunos puentes colgantes que están muy, muy por encima del fondo, que está allí abajo, muy abajo, y el puente, como pase más de una persona, se mueve que se nota... A ver, seguro es, pero da algo así como una impresión en la boca del estómago.
Cualquiera de las rutas que salen de Chulilla - y no son demasiado largas, así que si no tenéis otros planes podéis encadenar un par de ellas - transcurren en un paisaje precioso de altas paredes de roca caliza, con el río que las ha ido labrando en el fondo. Desde luego, un lugar que merece la pena visitar. Y si tenéis vértigo a la hora de cruzar los puentes, recordad: lo mejor es no pensarlo mucho y sobre todo ¡no mirar hacia abajo! (aunque siempre se mira, como en las películas).
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