¿Por qué huelen las flores?
Si te pensabas que las flores olían para hacer más agradable nuestro paseo por el campo o para que puestas en un jarrón aromaticen una casa, siento decirte que te equivocas. Cuando estás en el monte y hay un montón de especies arrojando sus olores al aire, es el equivalente a un montón de plantas chillando todas "¡A mí! ¡Polinízame a mí!"
Hace unos setenta millones de años, más o menos, un grupo de plantas descubrió que pedir a los animales que las ayudaran a transportar el polen de un individuo a otro era mucho más eficaz que confiarle el polen al viento. Y de entre todos esos animales, los más mañosos eran sin duda los insectos: son pequeños, activos, numerosos y - al menos la mayoría - pueden volar. Por lo tanto, era buena idea reclutarlos para la tarea de fertilizarse entre sí.
Pero claro, las cosas no se hacen de gratis, y las plantas tuvieron que ofrecer a los insectos algo a cambio: normalmente néctar, que es una especie de líquido azucarado muy energético y nutritivo. Normalmente un insecto acaba pringándose con polen mientras bebe el néctar, y a la siguiente flor que vaya dejará algunos granos de polen de la anterior. Es cierto que hay plantas muy pillas que engañan a los insectos con falsos señuelos, y así les sale gratis la polinización, pero la mayoría es "legal".
Lo malo es que, como es tan buena idea, todas lo quieren hacer, y del mismo modo que cuando vas al supermercado hay una veintena de marcas de cereales intentando convencerte de que son los más ricos, los más baratos y más sanos, las flores deben atraer a sus clientes, y para ello lo mejor son los colores y los olores.
La cosa se ha afinado tanto que cada aroma tiende a atraer a una especie concreta de insecto, e incluso las hay que recurren a moscas y escarabajos a los que tientan con deliciosos aromas de carne podrida ¡qué rico!
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