Teníamos pendiente contaros un cuento...
Hoy llega de la mano de Almu.
LAMENTO
Todo tiene una moraleja, solo falta saber encontrarla. Lewis Carroll
El bosque iba dorando sus hojas al compás de la llegada del otoño. En ese letargo sutil, mientras unos cosechaban alegrías otros se sumían en la más incesante de las melancolías. No hacía mucho que el verano con su constante trajín había desgastado la energía de sus habitantes y era tiempo del descanso merecido. La lluvia bendecía la tierra con su repiqueteo altanero y la alfombra yerma que tupía el suelo recibía con agrado un poco de fluido ajetreo.
En ese bosque y en ese momento era cuando más se dejaba ver una criatura de cuento, digna de historias legendarias que pueblan los sueños de grandes y pequeños. Una descomunal águila real mostraba sus vigorosas alas en cada uno de sus vuelos. No obstante medían casi cinco metros. Las gentes del lugar mucho decían acerca de ella, jamás un ser así de fascinante había ocupado tanto sus ratos de asueto. Pero nadie nunca jamás había logrado verla, solamente fabulaban... no era nada concreto. Sí reconocían de primera mano a los venados, como acostumbraban a llamar a los ciervos. Sus astas eran codiciadas en toda la región, decoraban más de un salón o centros de reuniones, a montones se podían encontrar por allí... pueblo de cazadores, hacían los honores a su estirpe ancestral repleta de balas y escopetas.
Un día más de ese otoño desalentado los aldeanos iban en busca de otro venado. Tocaba cacería, harían todo lo posible para traerse al macho más codiciado. Amaneció despejado, ni una sola nube pintaba el cielo de gris. Los perros corrían por todos lados, les esperaba un gran festín, resonaban los ecos de las trompetas fusilando el viento con toques de duelo, la muerte se abriría paso al fin.
La hueste estaba bien compuesta dispuesta ya a disparar, "cueste lo que cueste lo tenemos que alcanzar", decían arengando a la gente. Desde el amanecer ocupaban ya sus puestos, pero no habían tenido suerte.
Al cabo de un largo rato uno de los descorazonados lugareños desfrunció el ceño. Con gran sorpresa apareció ya la esperada presa. Era un ejemplar de lo más hermoso, impetuoso se movía con maestría entre la vegetación recelando de ver tal cantidad de personas por allí. Sin reparo abrió fuego, mas no consiguió darle. Luego lo volvió a intentar, pero le falló el pulso. Otro intento más no hubo, el ciervo huyó como pudo, corriendo sin cesar. Pero en otro de los puntos apuntó un pobre chaval, y esta vez sí le dio, aunque no fue una herida mortal.
Aquel majestuoso animal se postró unos segundos mientras lo intentaban acorralar. Miraba con ojos tristes, ¿por qué me queréis matar? pensaba quizás. Fuerte se recompuso y se marchó abriéndose paso. Tantos eran tantos los que a su cornamenta habían puesto precio, que con desprecio competían entre ellos por llevarse tal trofeo. Aparecían por todas partes y finalmente en un monte aparte lo placaron. No podía pedir piedad, no podía nada más que bramar, llorar de dolor.
En ese bosque de otoño resonó su lamento y hasta las piedras del camino se retorcieron. Su sufrimiento fue escuchado por aquel ser de cuento que antes hemos mencionado. Una poderosa águila real, enorme, colosal, surgió del cielo. Perplejos los cazadores dejaron de disparar... ese ser bestial les daba mucho miedo. El macho de ciervo andaba ya medio moribundo... cuando el águila real se lo llevó lejos, muy, muy lejos, a otro mundo...
Dicen que desde entonces, en las tardes plomizas de octubre, cuando las urbes se quedan marchitas y sus gentes se encuentran al amor de la lumbre, se pasea por los cielos una silueta misteriosa recordando a los presentes que no se olviden de aquel que ese día dieron muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario