Ayer nos sorprendió en los medios una noticia de alcance mundial, tan inesperada como grata. El presidente de los Estados Unidos de América, Barack Obama, anunciaba la puesta en marcha de una política de emisión de gases de efecto invernadero, con el fin de contribuir a la solución del problema del cambio climático.
Son varias las cumbres mundiales que se han celebrado para tratar este problema de alcance global, pero en todas ellas Estados Unidos se había mantenido al margen a la hora de firmar las medidas acordadas. Y eso, teniendo en cuenta que este país y China son los responsables de casi el 45% de las emisiones, significaba mucho. Por más que el resto del mundo desarrollado se volcara en el problema, faltaría casi la mitad del remedio.
Pero desde ayer, la cosa ha cambiado. Obama anunció una serie de medidas destinadas a reducir las emisiones de dióxido de carbono al 32% para el 2030. Entre ellas destacan un plan de incentivos para las empresas que cumplan las metas impuestas y recompensas para los estados que presenten y lleven a cabo proyectos en este sentido. Obama incluso ha previsto la oposición por parte de los republicanos, arguyendo el ahorro que supondrá para cada estadounidense la adopción de su nueva política.
Desde que Obama llegó a la presidencia, se ha atrevido con medidas que muchos habrían tachado de impopulares, como la oposición a las armas de fuego o la lucha por implantar un sistema de sanidad pública. Ahora, uno de los gigantes del mundo mira de frente al problema del cambio climático, y decide arrimar el hombro. Y eso, aparte de ser una gran ayuda, sienta precedente. Desde aquí, nuestra modesta y más sincera enhorabuena, y esperemos que el ejemplo cunda.
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