La brújula
Según
los expertos, este útil invento que usa el magnetismo para poder
orientarse pudo haber sido inventado en China allá por el siglo II,
aunque hasta el siglo IX no hay constancia de brújulas tal como hoy las
conocemos, con sus cajitas llenas de líquido para que la aguja imantada
flote libremente. El modelo básico - que era poco más que un trocito de
caña en cuyo interior se colocaba la aguja - fue perfeccionándose
añadiendo una rosa de los vientos que facilitara su lectura, por
ejemplo.
Pero
sin tanto ringorrango, la brújula ya la había inventado Mamá
Naturaleza. Se tiene constancia de que en las aves migratorias (por lo
menos en las que se han estudiado) existen pequeñas partículas de hierro
en una zona concreta del cerebro (llamada "clúster N") que son capaces
de alinearse con el campo magnético terrestre. Además, las aves
complementan esta información con la interpretación de la posición del
sol y las estrellas. El grado de afinamiento que consiguen es
sorprendente, tan eficaz como el más moderno GPS.
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