Las gafas de bucear
Desde
muy pronto, el hombre siempre ha querido descubrir las maravillas
escondidas en el fondo de los mares. Pero dos cosas le suponían un grave
obstáculo: la cantidad de tiempo que podía aguantar sin respirar bajo
el agua ¡y el hecho de que una vez abajo lo veía todo borroso! Nuestros
ojos no están hechos para ver bajo el agua, y por eso ya los antiguos
polinesios consiguieron idear un artilugio que, a base de madera y
concha de carey muy pulida a modo de cristal, les sirvió para construir unas
primitivas gafas de buceo.
Lo curioso es que el mundo animal ya tenía la solución a estos problemas (¡sí, también al de la respiración subacuática!).
Algunos reptiles, como los cocodrilos, son animales terrestres
adaptados secundariamente al agua, y se tropezarían con el mismo
problema si no fuera porque la naturaleza los ha dotado de un tercer par
de párpados, llamados membranas nictitantes. Son transparentes y pueden
cerrarse cuando el animal bucea (curiosamente se cierran lateralmente,
no de arriba a abajo, como los normales), protegiendo el ojo a la vez
que sigue permitiendo la visión ¡la solución perfecta!
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