La procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa) es una especie de lepidóptero, perteneciente a la familia Thaumetopoeidae (anteriormente llamada Notodontidae). A veces se la clasifica en el género Traumatocampa. Abunda en los bosques de pinos de Europa del Sur y central, donde es una plaga muy extendida. Además de los pinos, habita también en otras coníferas como cedros y abetos.
Las orugas son muy características. Acostumbran a verse formando hileras guiadas por una primera oruga, que a su vez se orienta por el sentido del olfato (las orugas de procesionaria son prácticamente ciegas). Están cubiertas de pelos urticantes que se desprenden y flotan en el aire, por lo que pueden provocar irritación en oídos, nariz y garganta en los seres humanos, así como intensas reacciones alérgicas. La sustancia que le confiere esta capacidad urticante es una toxina termolábil denominada thaumatopina.
Los adultos aparecen en verano, volando desde junio a septiembre. Se
reproducen y hacen la puesta el mismo dia sobre las acículas de los
árboles, formando un cilindro de huevos alrededor de la hoja que la
hembra protege mediante la colocación de escamas de su propio cuerpo.
Los adultos son difíciles de encontrar dado que tienen una vida muy
corta (2-3 días).
Los huevos eclosionan a los 30 días y las larvas
comienzan a alimentarse de los brotes del pino. Tienen carácter gregario, formando
los conocidos bolsones de seda en las partes más soleadas del árbol, para protegerse del frío
invernal, normalmente a partir del mes de octubre. Al final del
invierno, y tras pasar por cinco estadios larvarios, bajan de los
arboles en procesión para enterrarse en el suelo a una profundidad de
hasta 20 cm y pupar en el interior de un capullo de seda.
Al
próximo verano aparecerá la nueva generación de adultos procedente de
estas pupas, completándose así el ciclo. En casos excepcionales las
pupas pueden entrar en diapausa, que es una forma de resistencia parecida a la hibernación, permaneciendo en dicho estado hasta un
máximo de cuatro años cuando las condiciones no son adecuadas.
Para combatir esta plaga, en silvicultura a menudo se utilizan trampas de feromonas, bolsas que tienen una entrada por la cual entran los machos de la especie, atraídos por un compuesto químico, pero que luego son incapaces de salir. Pero igual de eficaces pueden ser los depredadores naturales de este lepidóptero, como los carboneros, herrerillos, cucos y abubillas, a los que no afecta la sustancia urticante de las orugas.
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