Ya se va acercando junio, cuando termina el curso escolar y parece que se cierran ciclos, por mucho que el año aún no haya concluido... y es en este momento cuando reflexionamos sobre nuestra tarea al frente de las clases repletas de chavales; ahora es cuando nos toca hacer examen a nosotros sobre nuestra labor docente. Y hemos descubierto que sí, somos profesores de Biología, de explicar las células, anatomía o la meiosis, entre otras muchas cosas, pero además de todo eso enseñamos Naturaleza. ¿Cuántos de esos niños/as o adolescentes van con frecuencia al campo si viven en entornos urbanos?
Quizás la primera vez que lo pisan es en la excursión pertinente que corresponde a una salida extraescolar y ahí es donde empieza a germinar el gusto por esa Naturaleza que para ellos/as es una completa desconocida. Bien es cierto que no hace falta irse muy lejos para ver rincones llenos de vida y con animales o plantas, pero hay que ir atento/a, y para ello hay que estimular a la juventud a que se fije más en esos detalles que para muchos pueden pasar desapercibidos. Ayer Almu, dando un paseo por plena ciudad, pudo ver dos mariposas que cualquiera diría que se prestan a estar en el casco urbano: vio una de la especie Vanessa atalanta y una macaón. La alegría que le produjo fue inmensa, y si en ese momento hubiera estado con algunos alumnos cerca sin lugar a dudas que les hubiera contado muchas cosas sobre estas dos preciosas mariposas.
Es una cuestión, sin duda, de educar la percepción. Dos personas pueden visitar el mismo bosque y sacar de la experiencia cosas distintas. Incluso habría gente que, tras caminar una mañana por un paseo junto al río y preguntarle luego qué ha visto, respondería que "Nada". La experiencia nos ha enseñado que en estos casos no es que a la persona le disguste o le sea indiferente lo que le rodea, sino que, sencillamente, no sabe dónde y cómo mirar. Porque no es lo mismo "ver" que "mirar", ni mucho menos "observar". Y a muchos nunca les han enseñado a agacharse y fijarse en un palmo cuadrado de tierra, donde una mariquita está posada sobre una brizna de hierba, unas hormigas se afanan colaboradoras para arrastrar una pesada lombriz a su hormiguero y un saltamontes permanece inmóvil confiado en el camuflaje de su armadura quitinosa.
El asombro nace de la observación, y la observación nace de la curiosidad. Buscamos siempre transmitir esa semilla de curiosidad, y digo semilla porque una vez que está plantada, una vez que empieza a crecer y el alumno empieza a ver el mundo con nuevos ojos, el asombro que brota de esta curiosidad es una recompensa en sí mismo, y se alimenta sin necesidad de más. ¿Y acaso no es la capacidad de asombrarse uno de los regalos más grandes que se le puede hacer a alguien?
Por eso y mucho más, nos hemos dado cuenta de que de manera innata llevamos esa venilla de entusiasmo y aprecio hacia lo naturalmente vivo que nos hace denominarnos como Profesores de Naturaleza, porque en las aulas llevamos el mensaje a todos los niños y niñas sobre lo bonito y preciado que es el medio ambiente. Cuando eres profesor por vocación y Almu y yo tenemos muchos años de experiencia, vives la docencia de forma plena. Si además eres profesor de Biología y Geología el contacto tanto con lo docente como con lo natural son una misma cosa.
Quizás la primera vez que lo pisan es en la excursión pertinente que corresponde a una salida extraescolar y ahí es donde empieza a germinar el gusto por esa Naturaleza que para ellos/as es una completa desconocida. Bien es cierto que no hace falta irse muy lejos para ver rincones llenos de vida y con animales o plantas, pero hay que ir atento/a, y para ello hay que estimular a la juventud a que se fije más en esos detalles que para muchos pueden pasar desapercibidos. Ayer Almu, dando un paseo por plena ciudad, pudo ver dos mariposas que cualquiera diría que se prestan a estar en el casco urbano: vio una de la especie Vanessa atalanta y una macaón. La alegría que le produjo fue inmensa, y si en ese momento hubiera estado con algunos alumnos cerca sin lugar a dudas que les hubiera contado muchas cosas sobre estas dos preciosas mariposas.
Es una cuestión, sin duda, de educar la percepción. Dos personas pueden visitar el mismo bosque y sacar de la experiencia cosas distintas. Incluso habría gente que, tras caminar una mañana por un paseo junto al río y preguntarle luego qué ha visto, respondería que "Nada". La experiencia nos ha enseñado que en estos casos no es que a la persona le disguste o le sea indiferente lo que le rodea, sino que, sencillamente, no sabe dónde y cómo mirar. Porque no es lo mismo "ver" que "mirar", ni mucho menos "observar". Y a muchos nunca les han enseñado a agacharse y fijarse en un palmo cuadrado de tierra, donde una mariquita está posada sobre una brizna de hierba, unas hormigas se afanan colaboradoras para arrastrar una pesada lombriz a su hormiguero y un saltamontes permanece inmóvil confiado en el camuflaje de su armadura quitinosa.
El asombro nace de la observación, y la observación nace de la curiosidad. Buscamos siempre transmitir esa semilla de curiosidad, y digo semilla porque una vez que está plantada, una vez que empieza a crecer y el alumno empieza a ver el mundo con nuevos ojos, el asombro que brota de esta curiosidad es una recompensa en sí mismo, y se alimenta sin necesidad de más. ¿Y acaso no es la capacidad de asombrarse uno de los regalos más grandes que se le puede hacer a alguien?
Por eso y mucho más, nos hemos dado cuenta de que de manera innata llevamos esa venilla de entusiasmo y aprecio hacia lo naturalmente vivo que nos hace denominarnos como Profesores de Naturaleza, porque en las aulas llevamos el mensaje a todos los niños y niñas sobre lo bonito y preciado que es el medio ambiente. Cuando eres profesor por vocación y Almu y yo tenemos muchos años de experiencia, vives la docencia de forma plena. Si además eres profesor de Biología y Geología el contacto tanto con lo docente como con lo natural son una misma cosa.
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