Las escobas de brujas existen, pero no son de esas que se usaban para volar en los cuentos. Posiblemente las habéis visto alguna vez sin saber qué eran. Tienen el aspecto de una masa apelotonada de acículas de pino resecas, como la que veis en la foto.
Las escobas de bruja suelen darse en las especies Pinus halepensis y Pinus sylvestris, con formas más o menos esféricas, aunque no hay dos escobas de brujas que resulten exactamente iguales. Hasta principios del siglo XXI, se creía que las escobas de brujas eran producidas por un hongo del género Taphrina, que introducía sus hifas en el tejido del pino, alterando su crecimiento, acelerándolo y provocando reacciones de tipo tumoral. La explicación actual, sin embargo, atribuye estas formaciones a unos patógenos microscópicos llamados fitoplasmas o micoplasmas, organismos similares a bacterias pero sin pared celular. Se comportan como parásitos del floema (el tejido que conduce la savia elaborada) y se transmiten a través de insectos y, según algunos autores, también a través de herramientas contaminadas (sierras o tijeras de podar) o incluso por la cercanía de otros pinos infectados.
La aparición de una escoba de brujas no supone la muerte del pino, habiéndose documentado la existencia de escobas de más de diez años. Lo que sí es normal que suceda es que el peso de la formación tumoral acabe rompiendo la rama en la que se había formado.
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