Hoy le toca a nuestra serpiente Scherezade el aportar algo, y como le gusta tanto contar historias, eso es lo que nos ha traído. Así que poneos cómodos y disponeos a escuchar el relato titulado...
"Cuenta la leyenda
que existió hace muchos años una tribu de indios Pies Negros que vivían en unas praderas
enormes donde abundaban los bisontes. Este animal era el sustento de
todas sus necesidades: con su carne seca y triturada hacían una
pasta que podían guardar mucho tiempo; con su piel fabricaban
mantas, mocasines, prendas de abrigo y tiendas de campaña; con los
huesos hacían instrumentos de caza, de música y para cortar; con el
pelo hacían cuerdas; los cuernos los transformaban en vasos y
cucharas.
Pero llegó una
época en la cual los bisontes comenzaron a desaparecer de las
praderas y las gentes de la tribu comenzaron a pasar hambre.
El tiempo fue
pasando y los cazadores recorrían cada día las praderas sin
encontrar ningún bisonte.
Por ello el jefe de
la tribu decidió ir a consultar a Napi, que era el hombre más
sabio de la tribu. Y le dijo:
—Pronto vendrá el
frío, llegará el invierno, y mis gentes no tendrán nada que comer,
ni pieles para protegerse del frío. No podemos sobrevivir sin cazar
bisontes. Moriremos todos.
Después de escuchar
al jefe, el anciano Napi le contestó:
—Existe un valle a
lo lejos, más allá de las Colinas del Viento donde vive un chamán, un hechicero, llamado Flecha de Cuervo. Él ha sido el que os ha
robado vuestros bisontes. Pero no te preocupes, yo mismo le buscaré,
averiguaré qué ha hecho con los bisontes, y le diré que los deje
libres. Partiré al amanecer, pero necesito que alguien de tu tribu
me acompañe.
El hijo mayor del
jefe, que se llamaba Perro Pequeño, se acercó al anciano y le
dijo:
—Quisiera ir
contigo. Cuando llegó el día en que me hice mayor subí a las
montañas y allí estuve durante una semana en completo ayuno sin
comer ni beber. Entonces los espíritus vinieron a mí y me dieron
varios poderes especiales que me ayudarían en situaciones de
peligro.
El anciano se quedó
muy sorprendido y le preguntó cuáles eran esos poderes. El chico le
dijo que él podría convertirse cuando quisiera en una golondrina, en un
perro o en una araña. Napi le contestó:
—Ciertamente
posees unos fantásticos poderes. Yo también puedo transformarme en
diferentes cosas. Pero es verdad que tus poderes también me
servirán. ¡Acompáñame!
Al mediodía
salieron del campamento de los Pies Negros y durante muchos
días viajaron por inmensas praderas en busca de los bisontes. Cuando
se iban acercando a las Colinas del Viento, Napi se convirtió en
un mosquito enorme y Perro Pequeño se transformó en una golondrina,
y los dos volaron por las colinas. Al llegar al otro lado vieron un
enorme valle cubierto por enormes árboles con un pequeño río, y en
una de sus orillas divisaron solamente un tipi sin ningún
otro a su alrededor. Allí vivía el hechicero Flecha de Cuervo.
Antes de acercarse
decidieron que era mejor adoptar otra forma para no ser descubiertos.
Por ello Napi se convirtió en árbol y Perro Pequeño en una araña. Sigilosamente se acercaron hacia la tienda. Oyeron voces
pero no encontraron ni pieles, ni carne, ni ninguna señal de que
allí hubiera bisontes. Vieron que Flecha de Cuervo estaba con su mujer y
con su pequeña hija.
Durante varios días
vigilaron el campamento del hechicero con la esperanza de encontrar
alguna pista que les condujera al lugar donde estaban los bisontes.
En vista de que no
conseguían descubrir nada, trazaron un plan: Napi se convertiría
en una vara de madera y Perro Pequeño en un cachorro de perro.
Se colocaron cerca
del tipi y el perro empezó a ladrar mirando fijamente a la
vara de madera. Al oír los ladridos, la niña salió de la tienda,
se acercó y cogió al cachorro entre sus brazos acariciándole con
cariño; también cogió la vara de madera porque pensó que a su
madre le podría servir para sacar raíces de la tierra. La niña llegó al tipi gritando:
—Madre, mira lo
que he encontrado junto a los árboles.
Esta miró la vara y
le pareció que le sería de gran utilidad. Cuando el hechicero
Flecha de Cuervo llegó y vio el cachorro, no le gustó porque pensaba que
sería una molestia. La niña, que estaba entusiasmada con el
cachorro, le suplicó que la dejara quedárselo.
Al día siguiente,
muy temprano, el hechicero salió a cazar. Después la mujer cogió
su nueva vara y salió a buscar raíces, seguida por su hija y el
cachorro que iba saltando alrededor de la niña.
Recogieron muchas
raíces, bayas y frutos del bosque y, antes de regresar a casa, la
mujer se sentó bajo la sombra de un árbol a descansar, quedándose
dormida al poco rato. Mientras tanto, la niña seguía
jugando muy contenta con el cachorro. Hablaba con él como si fuera
otro niño y, de repente, bajando la voz se acercó al perro y le
dijo al oído:
—¿Quieres que te
cuente un secreto? Yo sé que hay un sitio cerca de aquí donde hay
unos animales muy grandes, mucho más que tú y yo.
El cachorro la miró
fijamente y levantó las orejas como si la entendiera. La niña
entonces le dijo:
—¿Te gustaría
que te enseñara ese sitio?
El cachorro comenzó
a dar saltos alrededor de la niña, movía el rabo y se mostraba muy
contento. Cogió la vara de madera entre los dientes y se dispuso a
seguir a la niña.
Caminaron un poco y
llegaron a una gran roca que estaba como tapada por un arbusto
enorme. La niña apartó algunas ramas con cuidado y apareció un
pequeño agujero en la roca.
—¡Asómate y mira
lo que hay ahí!— le dijo la niña al perro.
A pesar de que la
niña tenía agarrado el perro, éste se soltó y saltó con la vara
dentro de la caverna. La niña se asustó mucho al verle y comenzó a
gritar:
—¡Ven perrito,
vuelve, te van a pisar!
Pero Napi y
Perro Pequeño no la escuchaban, sólo estaban pendientes de los
bisontes.
La niña corrió a
avisar a su madre contándole que el perro había cogido la vara y se
había escapado. No se atrevió a contarle la verdad. La madre se
enfadó mucho y volvieron a casa.
Pero mientras, en el
interior de la caverna, Napi se había transformado de nuevo en
hombre y Perro Pequeño en un perro muy grande. Poco a poco
fueron reuniendo a todos los bisontes y con fuertes gritos y ladridos
consiguieron hacer que salieran por el agujero de la roca. El ruido que hacía
la manada de bisontes y el polvo que levantaban hizo que Flecha de Cuervo se
acercara a ver lo que pasaba. Al llegar cerca de la roca y oír los
gritos de un hombre y los ladridos de un perro, se dio cuenta de que
la estampida de los bisontes había sido provocada por alguien.
Un poco asustado, se
pegó a la roca para evitar ser pisoteado por los bisontes y entonces
murmuró entre dientes:
—Es posible que
haya perdido el poder que tenía sobre los bisontes pero cogeré a
los responsables. Esto me lo van a pagar.
Sacó del cinturón
un cuchillo largo y se dispuso a esperar que el hombre y el perro
salieran.
Pero Napi y
Perro Pequeño estaban dispuestos a escapar; para lo cual se
convirtieron de nuevo en una vara y en un cachorro. Salieron
escondidos entre el pelaje del último bisonte que salió de la
cueva.
Cuando Flecha de Cuervo se
dio cuenta de que no había nadie dentro de la cueva, se puso muy
furioso y juró vengarse. Se transformó en un cuervo gigante y fue detrás de ellos.
Napi comprendió
enseguida que ese pájaro enorme no podía ser otro que el hechicero
Flecha de Cuervo y entonces ideó un plan: se convirtió en liebre y se
tumbó en la hierba como si estuviese muerta.
El pájaro se acercó
a ella dispuesto a comérsela; pero rápido y veloz Napi se
transformó en hombre y agarró fuertemente las patas del pájaro
atándolas con una cuerda. Llevó el pájaro al campamento y lo ató
a un poste cerca del fuego central del campamento.
Durante todo el día
Flecha de Cuervo estuvo intentando soltarse del poste, gritando sin cesar y
con las plumas cada vez más negras por el humo de las hogueras.
Por la noche Napi
se acercó al hechicero y le dijo:
—¿Ves adónde te
ha llevado tu maldad?
El hechicero le rogó
que le soltara y le prometió que jamás volvería a robar más
bisontes. Sólo deseaba volver con su mujer y su hija.
Napi le desató y
el pájaro agitó sus alas desapareciendo en la oscuridad de la noche
dejando un reguero de plumas negras. Desde entonces las
plumas de los cuervos han sido siempre negras y Flecha de Cuervo cumplió su
palabra y en el campamento de los Pies Negros nunca más los
bisontes volvieron a desaparecer."
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