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jueves, 12 de diciembre de 2019

ESPECIAL NAVIDAD: Un cuento para el invierno

Hoy le toca a nuestra serpiente Scherezade el aportar algo, y como le gusta tanto contar historias, eso es lo que nos ha traído. Así que poneos cómodos y disponeos a escuchar el relato titulado...





"Cuenta la leyenda que existió hace muchos años una tribu de indios Pies Negros que vivían en unas praderas enormes donde abundaban los bisontes. Este animal era el sustento de todas sus necesidades: con su carne seca y triturada hacían una pasta que podían guardar mucho tiempo; con su piel fabricaban mantas, mocasines, prendas de abrigo y tiendas de campaña; con los huesos hacían instrumentos de caza, de música y para cortar; con el pelo hacían cuerdas; los cuernos los transformaban en vasos y cucharas.

Pero llegó una época en la cual los bisontes comenzaron a desaparecer de las praderas y las gentes de la tribu comenzaron a pasar hambre.

El tiempo fue pasando y los cazadores recorrían cada día las praderas sin encontrar ningún bisonte.

Por ello el jefe de la tribu decidió ir a consultar a Napi, que era el hombre más sabio de la tribu. Y le dijo:

—Pronto vendrá el frío, llegará el invierno, y mis gentes no tendrán nada que comer, ni pieles para protegerse del frío. No podemos sobrevivir sin cazar bisontes. Moriremos todos.

Después de escuchar al jefe, el anciano Napi le contestó:

—Existe un valle a lo lejos, más allá de las Colinas del Viento donde vive un chamán, un hechicero, llamado Flecha de Cuervo. Él ha sido el que os ha robado vuestros bisontes. Pero no te preocupes, yo mismo le buscaré, averiguaré qué ha hecho con los bisontes, y le diré que los deje libres. Partiré al amanecer, pero necesito que alguien de tu tribu me acompañe.

El hijo mayor del jefe, que se llamaba Perro Pequeño, se acercó al anciano y le dijo:

—Quisiera ir contigo. Cuando llegó el día en que me hice mayor subí a las montañas y allí estuve durante una semana en completo ayuno sin comer ni beber. Entonces los espíritus vinieron a mí y me dieron varios poderes especiales que me ayudarían en situaciones de peligro.

El anciano se quedó muy sorprendido y le preguntó cuáles eran esos poderes. El chico le dijo que él podría convertirse cuando quisiera en una golondrina, en un perro o en una araña. Napi le contestó:

—Ciertamente posees unos fantásticos poderes. Yo también puedo transformarme en diferentes cosas. Pero es verdad que tus poderes también me servirán. ¡Acompáñame!

Al mediodía salieron del campamento de los Pies Negros y durante muchos días viajaron por inmensas praderas en busca de los bisontes. Cuando se iban acercando a las Colinas del Viento, Napi se convirtió en un mosquito enorme y Perro Pequeño se transformó en una golondrina, y los dos volaron por las colinas. Al llegar al otro lado vieron un enorme valle cubierto por enormes árboles con un pequeño río, y en una de sus orillas divisaron solamente un tipi sin ningún otro a su alrededor. Allí vivía el hechicero Flecha de Cuervo.

Antes de acercarse decidieron que era mejor adoptar otra forma para no ser descubiertos. Por ello Napi se convirtió en árbol y Perro Pequeño en una araña. Sigilosamente se acercaron hacia la tienda. Oyeron voces pero no encontraron ni pieles, ni carne, ni ninguna señal de que allí hubiera bisontes. Vieron que Flecha de Cuervo estaba con su mujer y con su pequeña hija.

Durante varios días vigilaron el campamento del hechicero con la esperanza de encontrar alguna pista que les condujera al lugar donde estaban los bisontes.

En vista de que no conseguían descubrir nada, trazaron un plan: Napi se convertiría en una vara de madera y Perro Pequeño en un cachorro de perro.

Se colocaron cerca del tipi y el perro empezó a ladrar mirando fijamente a la vara de madera. Al oír los ladridos, la niña salió de la tienda, se acercó y cogió al cachorro entre sus brazos acariciándole con cariño; también cogió la vara de madera porque pensó que a su madre le podría servir para sacar raíces de la tierra. La niña llegó al tipi gritando:

—Madre, mira lo que he encontrado junto a los árboles.

Esta miró la vara y le pareció que le sería de gran utilidad. Cuando el hechicero Flecha de Cuervo llegó y vio el cachorro, no le gustó porque pensaba que sería una molestia. La niña, que estaba entusiasmada con el cachorro, le suplicó que la dejara quedárselo.

Al día siguiente, muy temprano, el hechicero salió a cazar. Después la mujer cogió su nueva vara y salió a buscar raíces, seguida por su hija y el cachorro que iba saltando alrededor de la niña.

Recogieron muchas raíces, bayas y frutos del bosque y, antes de regresar a casa, la mujer se sentó bajo la sombra de un árbol a descansar, quedándose dormida al poco rato. Mientras tanto, la niña seguía jugando muy contenta con el cachorro. Hablaba con él como si fuera otro niño y, de repente, bajando la voz se acercó al perro y le dijo al oído:

—¿Quieres que te cuente un secreto? Yo sé que hay un sitio cerca de aquí donde hay unos animales muy grandes, mucho más que tú y yo.

El cachorro la miró fijamente y levantó las orejas como si la entendiera. La niña entonces le dijo:

—¿Te gustaría que te enseñara ese sitio?

El cachorro comenzó a dar saltos alrededor de la niña, movía el rabo y se mostraba muy contento. Cogió la vara de madera entre los dientes y se dispuso a seguir a la niña.

Caminaron un poco y llegaron a una gran roca que estaba como tapada por un arbusto enorme. La niña apartó algunas ramas con cuidado y apareció un pequeño agujero en la roca.

—¡Asómate y mira lo que hay ahí!— le dijo la niña al perro.

A pesar de que la niña tenía agarrado el perro, éste se soltó y saltó con la vara dentro de la caverna. La niña se asustó mucho al verle y comenzó a gritar:

—¡Ven perrito, vuelve, te van a pisar!

Pero Napi y Perro Pequeño no la escuchaban, sólo estaban pendientes de los bisontes.

La niña corrió a avisar a su madre contándole que el perro había cogido la vara y se había escapado. No se atrevió a contarle la verdad. La madre se enfadó mucho y volvieron a casa.

Pero mientras, en el interior de la caverna, Napi se había transformado de nuevo en hombre y Perro Pequeño en un perro muy grande. Poco a poco fueron reuniendo a todos los bisontes y con fuertes gritos y ladridos consiguieron hacer que salieran por el agujero de la roca. El ruido que hacía la manada de bisontes y el polvo que levantaban hizo que Flecha de Cuervo se acercara a ver lo que pasaba. Al llegar cerca de la roca y oír los gritos de un hombre y los ladridos de un perro, se dio cuenta de que la estampida de los bisontes había sido provocada por alguien.

Un poco asustado, se pegó a la roca para evitar ser pisoteado por los bisontes y entonces murmuró entre dientes:

—Es posible que haya perdido el poder que tenía sobre los bisontes pero cogeré a los responsables. Esto me lo van a pagar.

Sacó del cinturón un cuchillo largo y se dispuso a esperar que el hombre y el perro salieran.

Pero Napi y Perro Pequeño estaban dispuestos a escapar; para lo cual se convirtieron de nuevo en una vara y en un cachorro. Salieron escondidos entre el pelaje del último bisonte que salió de la cueva.

Cuando Flecha de Cuervo se dio cuenta de que no había nadie dentro de la cueva, se puso muy furioso y juró vengarse. Se transformó en un cuervo gigante y fue detrás de ellos.

Napi comprendió enseguida que ese pájaro enorme no podía ser otro que el hechicero Flecha de Cuervo y entonces ideó un plan: se convirtió en liebre y se tumbó en la hierba como si estuviese muerta.

El pájaro se acercó a ella dispuesto a comérsela; pero rápido y veloz Napi se transformó en hombre y agarró fuertemente las patas del pájaro atándolas con una cuerda. Llevó el pájaro al campamento y lo ató a un poste cerca del fuego central del campamento.

Durante todo el día Flecha de Cuervo estuvo intentando soltarse del poste, gritando sin cesar y con las plumas cada vez más negras por el humo de las hogueras.

Por la noche Napi se acercó al hechicero y le dijo:

—¿Ves adónde te ha llevado tu maldad?

El hechicero le rogó que le soltara y le prometió que jamás volvería a robar más bisontes. Sólo deseaba volver con su mujer y su hija.

Napi le desató y el pájaro agitó sus alas desapareciendo en la oscuridad de la noche dejando un reguero de plumas negras. Desde entonces las plumas de los cuervos han sido siempre negras y Flecha de Cuervo cumplió su palabra y en el campamento de los Pies Negros nunca más los bisontes volvieron a desaparecer."




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