Material necesario:
Un huevo
Un vaso con agua
Sal común
Un sistema que no falla para saber si un huevo está fresco y, por tanto, comestible es sumergirlo en agua. El huevo pasado flota en la superficie y el bueno, al pesar más, se hunde. Pero ahora no vas a averiguar la calidad de un huevo sino a hacer un experimento que te hará pensar en el principio de Arquímedes.
Coge un vaso con agua y disuelve en ella tres o cuatro cucharaditas de sal. Echa el huevo y verás que desciende al fondo pero que tiende a subir. Sigue disolviendo más sal y llegarás a un punto en que la densidad del agua es tan grande que el huevo flotará como si estuviera vacío.
El huevo flotador te permite comprobar el principio de Arquímedes. Un cuerpo se hunde cuando pesa más que su volumen igual de agua. Es el caso del huevo fresco. Pero si se modifica no el peso del huevo sino el peso del agua, al incrementarlo con la sal, entonces el huevo asciende hacia la superficie.
Los submarinos pueden sumergirse y navegar a la profundidad que deseen porque tienen unos depósitos que se llenan más o menos de agua, aumentando su peso y contrarrestando su tendencia a subir. Al quedar fijos en un punto recuerdan al huevo en la solución salina. El principio que sostiene a ambos es el mismo, pero se han invertido los valores.
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