Hoy se cumplen treinta y ocho años que nos dejó nuestro querido Félix Rodríguez de la Fuente. Aunque más correcto sería decir que nos dejó de cuerpo, porque bien que caló su huella entre los que por aquel entonces éramos niños y no tan niños. Félix fue el "culpable" de que muchos de nosotros nos interesáramos por la Naturaleza y acabáramos dedicando a ella nuestras vidas profesionales o, al menos, nuestros momentos de tiempo libre. ¿Quién no se acuerda de esos cuadernillos de campo, tan pequeñitos, tan manejables, que era una delicia llevárnoslos a la montaña con la esperanza de ver "en vivo" algo de lo que en sus páginas aparecía con unos magníficos dibujos?
Y es que Félix iba más allá de lo que muchos documentales de ahora hacen. No solo nos mostraba las singularidades de una Naturaleza a la vez tan cercana y tan desconocida, sino que se sentaba frente a nosotros, en el televisor, y nos decía "¿Acaso no es hermoso?", "¿No es fascinante?", "¿No es un privilegio, una experiencia, ser testigos de esos momentos íntimos de los animales salvajes?". Félix transmitía SENTIMIENTO, nos atrapaba, nos contagiaba su propio amor por el lobo, por las rapaces, por los pajaritos del campo, por la perdiz y por el lirón careto...
Te fuiste, Amigo Félix, pero buen legado dejaste, que nos convertiste a muchos en naturalistas - más que zoólogos, más que botánicos o geólogos, que el naturalista se fija en todo a la vez - y por si fuera poco, como si de un predicador se tratase, nos animaste a extender el mensaje, para que no solo el conocimiento, sino el amor por la Naturaleza, nunca se pierda.
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