Hace poco, un amigo nuestro (para el cual la definición "lector empedernido" se queda corta) nos habló de este libro. En sus propias palabras, tras terminar de leerlo quedó convencido de que las plantas son "seres alienígenas". Y es que no es para menos. Tenemos todos mentes "zoocentristas", como dice el autor, y tendemos a pensar que todos los seres vivos siguen los mismos patrones que los animales, adoptan las mismas soluciones a los problemas del medio y se rigen por la misma biología.
Pero lo cierto es que las plantas son muy distintas; por ejemplo, la mayoría de ellas no conoce el envejecimiento y son potencialmente inmortales. Las plantas no pueden morir de cáncer, porque sus células fijas no permiten la metástasis. No tienen órganos centralizados (como nuestro corazón y nuestro cerebro) e incluso tienen genomas diferentes en distintas partes de un mismo individuo. Una planta se asemeja más a un universo colonial, donde la cohesión como individuo viene impuesta por el crecimiento y la forma, mediante mecanismos que aún no están bien conocidos. Si creías que las plantas solo son elementos del paisaje, como si formaran parte del decorado de cartón piedra de una película, este libro es para ti.
Pero lo cierto es que las plantas son muy distintas; por ejemplo, la mayoría de ellas no conoce el envejecimiento y son potencialmente inmortales. Las plantas no pueden morir de cáncer, porque sus células fijas no permiten la metástasis. No tienen órganos centralizados (como nuestro corazón y nuestro cerebro) e incluso tienen genomas diferentes en distintas partes de un mismo individuo. Una planta se asemeja más a un universo colonial, donde la cohesión como individuo viene impuesta por el crecimiento y la forma, mediante mecanismos que aún no están bien conocidos. Si creías que las plantas solo son elementos del paisaje, como si formaran parte del decorado de cartón piedra de una película, este libro es para ti.
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