Hoy nuestro culto amigo Teodoro nos va explicar por qué algunas flores se llaman como se llaman. Y es que detrás de algunos de los nombres más comunes pueden esconderse cosas sorprendentes...
* La palabra amapola proviene de "habapaura", una mezcla de árabe e hispano que se usaba en tiempos de la ocupación musulmana de la Península Ibérica para referirse tanto a la amapola en sí como a la adormidera.
* En cuanto al clavel, en Cataluña se decía que esta planta olía a clavo (una especia).
* El narciso, como seguramente sabréis, se llama así en honor al personaje mitológico de Narciso, que quedó enamorado de sí mismo cuando miró su reflejo en un lago (estas flores se inclinan siempre hacia el suelo, como si estuvieran agachadas).
* La palabra "margarita" proviene del griego "margarites", que significa "perla".
* Otra que viene del griego es el crisantemo, de las raíces "khrusos" (oro) y "anthos" (flor). Por lo tanto, significa "flor dorada".
* También de origen griego pero con implicaciones menos... bonitas, tenemos a las orquídeas, que se llaman así porque el filósofo griego Teofrasto, discípulo de Aristóteles, opinaba que los bulbos de estas plantas asemejaban a testículos (es lo que significa "orchis", en griego) ¡Qué cosas!
* Finalmente, la hortensia tiene un origen de lo más curioso. Originalmente, el descubridor de esta planta, Philibert Commerson, quiso dedicársela a la mujer del relojero Jean-André Lepaute. Pero el nombre no cuajó, y se la acabó llamando simplemente "flos hortorum" ("flor de huerto") y de ahí, "hortensia". Lo gracioso es que muchos acabaron pensando que la mujer del relojero se llamaba Hortensia.
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