El salmón es un animal muy importante dentro de las mitologías de aquellos pueblos que dependían de la pesca, como muchas culturas de Norteamérica. Se ha ganado merecidamente el estar asociado a la fuerza y la tenacidad, por los grandes esfuerzos que realiza remontando ríos y cascadas para poder desovar en los tramos altos. Además, al ser como la trucha un pez que habita tanto en agua dulce como salada, estaba conferido de cierta aura especial, de "dos mundos". Quizás por eso en la siguiente leyenda celta aparece como animal relacionado con la sabiduría.
En cierto estanque perdido en lo más profundo de Irlanda habitaba un salmón mágico, del que se decía que otorgaría el conocimiento de todas las historias y de hechos pasados y futuros a aquel que lo pescara y comiera de su carne. Sin embargo, había también una profecía que decía que estaba destinado para un hombre cuyo nombre sería Fionn.
Hubo una vez un druida ermitaño llamado Fiennes que creyó, por la similitud de su nombre con el de la profecía, que era el predestinado a cazar y comer el salmón sagrado. A tal fin, se instaló en ese remoto rincón de las montañas y se preparó para pescar a tan mágico animal. Cuando logró hacerse con él, y antes de que empezara a prepararlo, un muchacho joven y apuesto se le acercó y se ofreció a ayudarle. Fiennes le miró al principio con cierta desconfianza, pero finalmente accedió.
- Eso sí, debes prometerme que no comerás nada del pez. Ni el trozo más pequeño.
- No te preocupes, anciano. Así lo haré.
Fiennes se marchó a seguir con sus quehaceres, mientras el muchacho se entregaba a desescamar el pez, trocearlo y echarlo luego en un caldero para guisarlo. Cuando el ermitaño regresó, preguntó suspicaz:
- ¿Has comido algo?
- Ni el trozo más pequeño. Todo lo más, me llevé una vez el dedo a la boca cuando probé a ver si el guiso estaba lo bastante caliente.
Fiennes compuso un gesto de pesadumbre y siguió preguntando:
- ¿Cómo te llamas, muchacho?
- Mi madre me puso Deimne, pero también me llaman Fionn Mac Cumhaill.
Fiennes comprendió por fin que el Salmón del Conocimiento estaba destinado a ese joven - que por cierto, llegaría a convertirse en el más grande protector de Irlanda de su tiempo - y le cedió toda la carne del pez encantado.
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