¿Cuántas veces os habéis preguntado si los animales tienen sentimientos? Nuestros alumnos nos lo han dicho más de una vez, y es que tenemos tan arraigados ciertos pensamientos antropocéntricos que no nos paramos a pensar que ellos también pueden sentir, como si así trazáramos una línea definitoria que nos mantuviese como seres "superiores".
Aclaremos primero una cosa: no todos los animales tienen el mismo grado de desarrollo nervioso, y por lo tanto la riqueza y matices del psiquismo varía en consecuencia. Una lombriz carece de cerebro, y solo posee un conjunto de ganglios neuronales repartidos por su cuerpo (dos por segmento). Por lo que sabemos, la percepción de un animal así se reduce a "alimento", "cosas de las que huir", "otra lombriz" y "cosas indiferentes". Pero si nos vamos a otros extremos, animales como ballenas, elefantes, delfines o similares poseen un cerebro bien desarrollado, y una riqueza de sentimientos y pensamientos rica y bien desarrollada.
¿Debería extrañarnos? Como animales, hemos heredado todo el sistema nervioso de nuestros antepasados homínidos y primates, y aunque hayamos añadido "mejoras", se ha demostrado que la parte responsable de las emociones se aloja en el sistema límbico, y esta zona empieza a estar ya presente en reptiles. Es decir, todas aquellas ramas posteriores en la evolución son perfectamente capaces de sentir las emociones básicas de miedo, amor maternal, placer o agresividad. Y si además se cuenta con un telencéfalo (la parte encargada de procesar la información) más complejo ¿por qué un animal como una ballena no va a poder experimentar también sentimientos más ricos como la curiosidad, la fidelidad o incluso - esto está documentado en delfines y babuinos - la mentira y la planificación?
Es ridículo pensar que ellos (al menos los animales más evolutivamente cercanos a nosotros) no experimentan emociones como nosotros. Los sentimientos no nos separan, sino que nos acercan más a ellos, porque es algo que compartimos.
Os dejamos con tres vídeos que dan testimonio de lo que hablamos. En el primero de ellos, un grupo de elefantes adultos acoge y arropa a un pequeñuelo recién llegado. Esto supone la capacidad de sentir empatía hacia alguien a quien se ve como vulnerable o indefenso, y aunque no pertenezca a la misma familia, se lo considera un semejante. Los otros dos nos hacen pensar que no somos la única especie que es consciente de su mortalidad y es capaz de sentir tristeza por sus fallecidos...
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