Asomándonos a la ventana al atardecer vemos ya a los vencejos describiendo elegantes y rápidas curvas en el cielo, cazando bichitos con una destreza admirable. ¡Qué envidia (sana) de la libertad con la que se mueven, en estos días en los que los humanos somos los que estamos encerrados en jaulas (más o menos)! No hemos podido evitar acordarnos de cierta ocasión en la que uno de estos magníficos aviadores se despistó y se coló en nuestra terraza ¡Menuda experiencia! Si queréis saber qué pasó y cómo acabó, solo tenéis que hacer clic aquí.
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