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jueves, 21 de febrero de 2013

Una anécdota bien graciosa

No son pocas las veces en las que yendo con chavales por el campo siempre te dicen aquello de "Jo, profe, no vemos animales". Entonces, haciendo el mayor acopio posible de paciencia y sentido del humor tú les repites como un mantra: "pues yo ya he visto un montón de ellos, si queréis hacemos una lista". Y es que ellos se suelen referir a "animales" a todos aquellos de un tamaño considerable y que dan algo más de juego a su entender que los insectos o las aves.

Pues bien, esta anécdota ocurrió en uno de esos días de "no ver animales". Almu caminaba por una zona de ribera dentro de El Monte de El Pardo con un grupo de escolares bastante atentos a las explicaciones, pero a los que de vez en cuando se les escapaba la muletilla mencionada antes. Ella les fue contando la inmensa fortuna que tenían de estar en un lugar tan cercano a Madrid y donde se podían ver cantidad de cosas como águila imperial ibérica, ciervos, gamos, cormoranes, buitres y un largo etcétera.

Les mencionó también que era zona donde los jabalíes acostumbraban a estar, sobre todo al atardecer, y que lo podían comprobar a través de los rastros que iban esparciendo por el terreno en forma de hozaduras o bañeras donde se daban buenos baños de lodo. Algunos de los chavales ponían caras de incredulidad y no se hacían del todo a la idea. Después, hilando con los jabalíes, les preguntó que en caso de que alguno apareciera en ese momento que qué era lo mejor que se podía hacer. Entonces, respuesta lógica, dijeron casi al unísono que correr.

Almu les explicó que los jabalíes pueden resultar a veces bastante peligrosos, pero dependiendo de las circunstancias. "Lo mejor no es correr", dijo ella, "sino evaluar si el animal está tranquilo o no y mantener una actitud relajada, aunque siempre permaneciendo alerta por si acaso". Normalmente los jabalíes son más peligrosos cuando se sienten acorralados por no tener sitio por dónde escapar, cuando tienen crías cerca o cuando están heridos. Si no, lo habitual es que ante la presencia humana se asusten ellos más que nosotros y huyan.

Y ahora viene la mejor parte del relato. Cuando los chavales ya se hacían a la idea de que en su cuaderno de campo "solamente" llevaban apuntados animales como rabilargos, abubillas, colirrojos tizones, urracas, grajillas, buitres o alguna que otra mariposa, el momento estelar del día, el de ver ANIMALES y mejor aún, JABALÍES y DE DÍA, se produjo cuando este par de jovencitos aparecieron en escena a escasos metros de dónde estaba ella con el grupo:







Los chavales se quedaron perplejos y también se les escapaba alguna pequeña risa (normal). Pero estuvieron muy atentos y tan quietos como estatuas, apenas había cuatro metros de distancia entre los jabalíes y el grupo. A Almu le dio tiempo a sacar la cámara compacta de fotos y reflejar el momento, les dijo a los niños que "no todos los días se ven estas cosas por aquí" (riéndose). Fueron unos minutos de jugar entre ellos durante los que estos dos jabalíes estuvieron por la zona. Tanto el grupo de escolares como los animales reaccionaron muy bien. Después, cuando ya se fueron, los chavales no pararon de hacer preguntas a Almu. "Momento biológico" para explicar muchas cosas y también para, desde el sentido del humor, conectar con el público: los dos protagonistas de la jornada recibieron el nombre de Isabel y Fernando. 


Al terminar la excursión, los niños ya mucho más contentos por haber visto ANIMALES, decían: "Esto no lo podemos ver en clase". 






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