Estudiar y comprender la Naturaleza también conlleva una base científica que apoye proyectos de conservación y que fomente la protección de algunos seres vivos que pueden encontrarse en peligro por diversos motivos.
Una forma de estimar el nivel poblacional de algunas especies es a través de estudios de campo con censos y/o muestreos. Para ello se utilizan estadillos donde apuntar cuántos individuos de cada una de estas especies hemos visto en un espacio determinado y en un momento concreto. Es una tarea muy laboriosa y que requiere cierto control y conocimientos. Hay que salir mucho al campo y dedicar jornadas enteras para localizar a todos los que se encuentran en una cuadrícula asignada.
Existen bases de datos donde se reflejan el avance o retroceso de estas especies. Esto ayuda a saber sobre cuál se pueden destinar más fondos para priorizar en su conservación.
Nosotros ocasionalmente hemos participado en algunos de estos censos. Una vez estuvimos observando ardillas en el Parque de El Retiro, para comprobar por qué cada vez había menos. También hemos hecho estudios de aves y mamíferos. Íbamos volcando los datos en un ordenador, llegamos a registrar más de 6.500 ítems en un estudio sobre competencia espermática en la cigüeña blanca. Si los hubiéramos contabilizado a mano, el trabajo hubiera sido mucho más tedioso, y es que los avances informáticos facilitan mucho las cosas.
Y aquí podéis ver a Almu en una salida de campo
con la última tecnología digital
para hacer censos: contar con los dedos, jejeje.
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