Si alguna vez os habéis visto inmersos en un diálogo de besugos, reconoceréis esta situación: dos o más interlocutores que intercambian frases sin coherencia y que parece que no van a ningún lado, como si cada uno de los que están hablando hilase sus ideas por su cuenta, sin pensar en lo que dicen los demás. En conjunto, es una situación absurda y surrealista, no muy agradable a no ser que aproveches para echarte unas risas.
Pero ¿por qué relacionamos al besugo con algo así? ¿Qué culpa tiene el pez, si nunca ha abierto la boca para decir una tontería? El caso es que en nuestro imaginario popular, y seguramente debido a su apariencia "poco inteligente" (ojos muy saltones, la boca a medio abrir) el besugo ha estado asociado con la idea de persona de pocas luces. De hecho, el nombre de besugo podría venir de la palabra latina "bisoculus", que también quiere decir "bisojo" o "bizco".
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