MULTITUD de la abeja!
Entra y sale
del carmín, del
azul,
del amarillo,
de la más suave
suavidad del mundo:
entra en
una corola
precipitadamente,
por negocios,
sale
con traje de oro
y cantidad de botas
amarillas.
Perfecta
desde la cintura,
el abdomen rayado
por barrotes
oscuros,
la cabecita
siempre
preocupada
y las
alas
recién hechas de
agua:
entra
por todas las
ventanas olorosas,
abre
las puertas de la
seda,
penetra por los
tálamos
del amor más
fragante,
tropieza
con
una
gota
de rocío
como con un diamante
y de todas las casas
que visita
saca
miel
misteriosa,
rica y pesada
miel, espeso aroma,
líquida luz que cae
en goterones
hasta que a su
palacio
colectivo
regresa
y en las góticas
almenas
deposita
el producto
de la flor y del
vuelo,
el sol nupcial
seráfico y secreto!
Multitud de la
abeja!
Elevación
sagrada
de la unidad,
colegio
palpitante!
Zumban
sonoros
números
que trabajan
el néctar,
pasan
veloces
gotas
de ambrosía:
es la siesta
del verano en las
verdes
soledades
de Osorno. Arriba
el sol clava sus
lanzas
en la nieve,
relumbran los
volcanes,
ancha
como
los mares
es la tierra,
azul es el espacio,
pero
hay algo
que tiembla, es
el quemante
corazón
del verano,
el corazón de miel
multiplicado,
la rumorosa
abeja,
el crepitante
panal
de vuelo y oro!
Abejas,
trabajadoras puras,
ojivales
obreras,
finas,
relampagueantes
proletarias,
perfectas,
temerarias milicias
que en el combate
atacan
con aguijón
suicida,
zumbad,
zumbad sobre
los dones de la
tierra,
familia de oro,
multitud del viento,
sacudid el incendio
de las flores,
la sed de los
estambres,
el agudo
hilo
de olor
que reúne los días,
y propagad
la miel
sobrepasando
los continentes
húmedos, las islas
más lejanas del
cielo
del Oeste.
Sí:
que la cera levante
estatuas verdes,
la miel
derrame
lenguas
infinitas,
y el océano sea
una
colmena,
la tierra
torre y túníca
de flores,
y el mundo
una cascada,
cabellera,
crecimiento
incesante
de panales!
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