"¡Saludos, golosos compañeros de viaje! Hoy os voy a hablar de un lugar de Filipinas que hará que se os pongan los dientes largos con solo oír su nombre. Me refiero a...
¡Pero no vayáis allí y les hinquéis el diente! No son tan dulces como parece (me estoy acordando de un amigo que se confundió en Brasil con el Pan de Azúcar, je, je). Se llaman así porque su vegetación adquiere un color marrón muy curioso cuando se secan, entre diciembre y mayo. Hay en total nada más y nada menos que 1268 cerros en un área de cincuenta kilómetros cuadrados ¡Hay un mirador muy chulo desde el que puedes ver todas las colinas! Pregunté cómo se habían formado, y un guía me contó que se creía que se habían originado en el fondo del mar hacía millones de años, y luego subieron a la superficie debido a movimientos tectónicos. También me dijo que había una leyenda filipina que aseguraba que los montículos eran las lágrimas de un gigante llamado Arogo, que había llorado por la muerte de su amada... Qué bonito... Aunque, para ser sinceros, a mí desde lejos me parecieron un montón de hormigueros gigantes ¡Menudo espectáculo!"
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