Cuando vamos al supermercado y hacemos la compra no terminamos de asimilar el valor real que tienen los productos que consumimos cotidianamente. Y es que por mucho que en las etiquetas de cada producto su precio ponga una cifra concreta, la mayoría de las veces debería de ser un valor muy superior, por aquello de todos los intermediarios por los que ha ido pasando hasta llegar a nuestras manos finalmente. Pero no solamente eso: el trabajo de los agricultores está muy infravalorado. Con esto nos referimos a que es un empleo que parte de mucho esfuerzo y de ser más que necesario (todos tenemos que comer a diario) y, en lugar de ponerlo en la primera posición, lo relevamos a "categorías" muy inferiores. No vamos a arrojar datos de cuánto cuesta un tomate, por ejemplo, porque con este escrito no tenemos la intención de hacer un estudio comparativo de mercado, pero todos sabemos que un agricultor cobra mucho menos que un futbolista, por citar una profesión, siendo objetivamente mucho más útil a la sociedad por aquello de abastecernos.
Es triste pero es así: en países como el nuestro anteponemos el trabajo de un futbolista de éxito al de un señor de campo que nos da de comer. Parece que es más importante dar patadas a un balón que nutrirnos y estar bien alimentados gracias a la labor de los agricultores. Cierto que mucha gente que lea esto pensará que el fútbol a día de hoy mueve muchas cantidades de dinero y que da trabajo a muchas personas de su ámbito. Pero no debemos caer en el error de pensar que por eso el fútbol debe seguir siendo igual, con sus fichajes de ingentes cantidades de dinero o con las audiencias millonarias que generan sus partidos. Esto es cuestión de ser conscientes de que a día de hoy el modelo productivo debería de ser muy diferente y tendríamos que otorgar de un poco más de "relevancia y dignidad" a las personas que cultivan la tierra. Porque ellos y ellas también son Naturaleza, contribuyen con sus gestos cotidianos a crear algo tan imprescindible como nuestros alimentos.
Parece que una vez más se trata de un tema complicado sobre macroeconomía y microeconomía. Aquello de el paisano que tiene su trocito de tierra para dar patatas y por otro lado el empresario que cotiza en bolsa con los ingresos de su club de fútbol. Pero una vez más todo está interconectado: la macroeconomía se nutre de la microeconomía y viceversa. Y por eso, podríamos hacer que la microeconomía fuera potenciada aún más para fortalecer la macroeconomía. Se trata de equilibrar la balanza o de cerrar el círculo.
Además, al ritmo que vamos de agotamiento de los recursos naturales, llegará un momento en que los agricultores tengan que hacer malabares para sacar adelante sus cosechas. Deberíamos ser más respetuosos con la agricultura también por eso.
No queremos que esto sea un discurso en contra del fútbol, tan solo ofrecemos una comparativa de cómo la sociedad le da a veces una importancia desmedida. Con este escrito lo que pretendemos es dejar constancia de que el tomate que puede que ahora te estés comiendo tiene un valor incalculable: lo ha producido la Tierra gracias a las manos de un auténtico artista del campo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario