He vuelto a ver los
álamos dorados,
álamos del camino en
la ribera
del Duero, entre San
Polo y San Saturio,
tras las murallas
viejas
de Soria —barbacana
hacia Aragón en
castellana tierra—.
Estos chopos del río,
que acompañan
con el sonido de sus
hojas secas
el son del agua,
cuando el viento sopla,
tienen en sus
cortezas
grabadas iniciales
que son nombres
de enamorados, cifras
que son fechas.
¡Álamos del amor que
ayer tuvisteis
de ruiseñores
vuestras ramas llenas;
álamos que seréis
mañana liras
del viento perfumado
en primavera;
álamos del amor cerca
del agua
que corre y pasa y
sueña,
álamos de las
márgenes del Duero,
conmigo vais, mi
corazón os lleva!
Antonio Machado
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