Hoy Teodoro se ha armado con el diccionario etimológico para explicarnos el origen de los nombres de algunas de las aves más típicas del verano. Y es que hay casos interesantes, como pronto veréis.
Empecemos con la golondrina. En latín se llamaba igual que su nombre científico: "Hirundo". Esta palabra se confundió en algunas regiones con "harundo" (vara de pescar). Con el paso del tiempo, la palabra derivó a "olondre" o "golondre", y para no confundirla con la alondra, se le añadió el sufijo diminutivo, pasando a ser "olondrina" o "golondrina". En Galicia, sin embargo, el nombre se transformó en "andorinha" (andarina), en referencia al carácter migrador de este pajarito.
El vencejo, en latín, es también muy diferente de su nombre actual. En ese idioma se le llamaba "apus", porque el ave parecía ápoda, sin pies. Su nombre común no tiene nada que ver con "viejo", sino con "unciculum" (garfio), por la forma curva, similar a una hoz, que exhibe en vuelo.
Por último, detengámonos en un personaje veraniego pero mucho más esquivo, que es el ruiseñor. Como siempre, la historia comienza con su nombre en latín, "luscinia". Curiosamente, se hizo más popular la forma diminutiva, "lusciniolus" (quizás por su pequeño tamaño), que en la región de Provenza se contaminaría y convertiría en "rusciniolus". De ahí a nuestro querido músico nocturno solo hay un paso...
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