Sobrevolando nuestros campos es bastante habitual encontrarse con esta rapaz de gran porte. De unos 95 a 110 centímetros de longitud y con una envergadura de entre 230 y 265 centímetros, hacen que sea fácilmente visible.
Entre los grandes planeadores, el buitre leonado ocupa uno de los primeros lugares. Pasa casi una tercera parte del día planeando, con las alas completamente desplegadas y las últimas grandes plumas separadas unas de otras, como los dedos de una mano y encorvadas hacia arriba bajo el efecto de la presión.
Tiene una vista excelente y explora los valles y las pendientes de las montañas en busca de carroña. Se ha comprobado que a 3 kilómetros de distancia puede distinguir un objeto que solo mida 30 centímetros.
Vigila el comportamiento de otras aves como cuervos o alimoches (también aficionados a los cadáveres) y en cuanto una de estas aves aterriza, se aproxima sin posarse para examinar los alrededores. Los buitres más hambrientos ocupan provisionalmente una posición dominante en relación a los demás. Si los buitres son muy numerosos o no se encuentran hambrientos lo suficiente, no se respeta este ceremonial y todos se precipitan sobre la presa. En media hora, treinta buitres leonados pueden reducir a los huesos a un gamo con un peso medio de sesenta kilos. Aprovecha al máximo lo que encuentra y se atiborra, ya que la comida puede llegar a escasear. A veces come tanto que a duras penas consigue echar a volar. En este caso una comida puede llegar a bastarle para aguantar una semana o incluso más. Después de una comida se frota la cabeza manchada de sangre para limpiársela.
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