Desde este nuevo blog podréis conocer muchas cosas relacionadas con el Medio Ambiente: cómo caminar por la montaña, rutas de senderismo, curiosidades de flora y fauna, experiencias y anécdotas vividas... y un sinfín de ideas útiles que nos brinda cada día nuestra Naturaleza.

jueves, 22 de mayo de 2014

Historias de mitología - I -

La cultura y las tradiciones de los pueblos ancestrales sobre el conocimiento de la Naturaleza y el origen del Universo son muy ricas y ofrecen unas historias y leyendas bien bonitas que merecen la pena ser contadas. Aunque no sean de rigor científico, nos brindan una imagen llena de poesía y misticismo.
 
Comenzamos por un mito que nos llega desde tierras del norte. 



    La creación del mundo - leyenda vikinga     


Los gigantes del hielo constituían una raza oscura y violenta, contrahecha, monstruosa y amiga del estrépito. El hijo del viejo Ymir, nacido de la unión de uno de sus pies con el otro, era un ser semejante a un glaciar, con seis cabezas, llamado Thruthgelmir, o el Poderoso Vociferante, y su hijo era conocido como Bergelmir, o sea, el Vociferante Roquizo. Cuando ambos y sus ancianos padre y abuelo, Ymir-Aurgelmir o Hierve-Barro, se reunían en consejo, el ruido resultaba desagradable, y Odín, Vili y Ve, retoños de Bor, se irritaban más allá de todo límite.
 
Odín y sus dos hermanos entraron en disputas con el viejo gigante Ymir y, tras un gran combate, le dieron muerte. Al caer, hecho trizas, salió tantísima sangre de su cuerpo que toda su familia gigantesca se ahogó, con excepción del miembro más joven, Bergelmir, y de su esposa. Bergelmir pudo nadar entre las sanguinolentas oleadas arrastrando a su mujer del pelo, hasta ser capaz de izarse penosamente sobre un molino enorme, y allí quedaron ambos, jadeando anhelosamente, intentando respirar mejor. Así pudo continuar la raza de los gigantes del hielo y de los ogros de las colinas.
 
Odín, Vili y Ve arrastraron los restos de Ymir, que todavía lanzaban torrentes de sangre, hasta depositarlos en mitad de Ginnungagap. Había tantas heridas en el cuerpo de Ymir que su sangre, saliendo a borbotones, acabó formando el mar. Todos los océanos, lagos, ríos, cascadas, charcos y arroyos tuvieron su origen en la sangre de Ymir.
 
Los hijos de Bor pusieron manos a la obra sobre el cuerpo de Ymir, lo golpearon, moldearon, hicieron trizas y acuchillaron, manejando el tremendo cadáver, tirando de su carne y empujándola de acá para allá, cual si fuese arcilla, hasta sentirse satisfechos. Cuando hubieron dado término a la hórrida tarea, habían generado el fundamento de la tierra, es decir, suaves colinas, llanuras, secos lechos de río, vacías cuencas de lagos y el fondo marino carente de agua. En todos esos huecos fueron luego vertiendo la sangre de Ymir, de manera que la tierra quedaba totalmente rodeada por el mar, al cual afluían los ríos. Hicieron con el hacha pedazos y astillas de los huesos, formándose así los riscos y montañas. A continuación, de sus dedos, dentadura y trozos sobrantes de los huesos fragmentados ya, formaron las rocas, individualizadas, separadas, y los cantos rodados de la orilla del mar. Se sirvieron del pelo de Ymir para fabricar árboles y arbustos. Del suelo y tierra, hechos con su carne, brotó espontáneamente una raza de enanos, como ocurre con los gusanos que proceden de la corrupción. Así pues, los hijos de Bor habían creado ya la tierra, las playas y el mar, pero aún no existía el firmamento. En consecuencia, Odín, Vili y Ve levantaron penosamente entre los tres el poderoso cráneo de Ymir, para formar una especie de cúpula en la tierra. Ahora tenían que hallar un medio para sujetarlo en semejante posición. Afortunadamente (pues sin cielo la tierra habría resultado un sitio misérrimo y oscuro, nada interesante para vivir en él) pronto se halló la solución: pudieron servirse de los enanos. Odín, Vili y Ve ordenaron perentoriamente a cuatro de ellos permanecer de pie en las cuatro esquinas del mundo, sujetando el firmamento. Estos enanos recibieron los nombres de Norte, Sur, Este y Oeste. Un poco más tarde Odín crearía los vientos, apostando un gigante - uno de los hijos de Bergelmir - con forma de águila en los extremos terráqueos, y encargándole que agitase por siempre jamás sus alas. Y en esa corriente de aire formada, los hijos de Bor desparramaron los sesos de Ymir para formar las nubes.
 
La cúpula celeste quedaba ahora firmemente asentada, pero seguía resultando oscura, amenazante. Libres de su tarea de soportar el firmamento, los hijos de Bor atraparon las relucientes cenizas y chispas, que salen arrojadas hacia el cielo en Muspellheim, y las depositaron en mitad del tremendo vacío para iluminar el cielo y la tierra. Dieron asimismo su posición a todas las estrellas; algunas debían quedar fijas en el cielo, en tanto que otras circularían atrás y adelante según un modelo regularizado.
 
Así quedaron demarcadas las estaciones del año, pero como aún no existían ni el sol ni la luna, el día estaba separado de la noche.
 
Odín, Vili y Ve otorgaron a continuación una gran concesión de tierra rodeando en círculo la parte exterior de las orillas marítimas, para que fuese colonizada por los gigantes, y la denominaron Jotunheim o Tierra de los Gigantes. Finalmente, los jóvenes dioses tomaron las cejas de Ymir, a fin de establecer un baluarte redondo, de murallas como acantilados, en derredor de la tierra. Y llamaron a esta fortaleza Midgard, es decir, Recinto Medio.
 
 
 
 
CONTINUARÁ...
 
 
 
 
 
 



No hay comentarios:

Publicar un comentario