La aguja hipodérmica
La
aguja hipodérmica, ese genial invento gracias al cual nos pueden
inyectar toda clase de cosas directamente a la sangre (para nuestro
bien, claro está) fue inventada por el médico escocés Alexander Wood en
1853, que la usó para administrar morfina a su esposa, enferma de un
cáncer incurable. Pero Wood trabajó sobre un modelo de aguja hueca ya
existente, fruto del trabajo del irlandés Francis Rynd, en 1844.
¡Pero
Rynd tampoco fue original del todo! La aguja hipodérmica ya estaba
inventada desde mucho antes, y de hecho, entre los insectos, es tan
común y corriente como el silbar. ¿A quién no le ha picado alguna vez un
mosquito o incluso una chinche? Sus aparatos bucales son precisamente
eso: delgados tubos huecos capaces de perforar la piel. Eso sí, la
mayoría los usan para sacar sangre (o savia) en lugar de inyectar cosas,
aunque bien es cierto que parte de los fluidos del insecto pueden pasar
a nuestra sangre a través de esta afilada boca (¡puagh!).
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