Continuamos la crónica levantándonos prontito y tomando un abundante y delicioso desayuno a base de tostadas, fruta, zumo, tres tipos de bizcocho, cereales y otras delicias que no llegamos a comer ¡La tripa estaba ya demasiado llena! Con el grupo dispuesto, pusimos rumbo al Santuario de la Virgen de la Hoz, con unas magníficas torres naturales junto a la iglesia y un hermoso río lleno de vida en el que más de un animalillo se dejó ver.
Nuestro siguiente destino, después de hacer una breve parada para admirar unos pliegues del período Jurásico, fue el Mirador del Tajo, un punto elevado desde donde podía contemplarse un maravilloso paisaje excavado por el río, con formaciones llamadas muelas. Allí se mostraron también varios buitres leonados, exhibiendo su poderosa envergadura con la cual navegaban sobre las corrientes térmicas con su característica y majestuosa lentitud.
Para terminar la excursión, comimos todos juntos en Saelices de la Sal, tan opíparamente como el almuerzo del día anterior, y rematamos con una breve pero interesante visita a unas salinas cercanas, a las que lamentablemente no pudimos pasar y tuvimos que conformarnos con observarlas desde fuera.
¡Pero la excursión no terminó allí para nosotros! En el camino de vuelta pasamos junto a un letrero que indicaba la presencia de una laguna, así que decidimos hacer un alto en el camino antes de proseguir el viaje de regreso. Libélulas, caballitos del diablo y otros insectos premiaron nuestra curiosidad con algunas poses para las fotos.
Y con esto terminamos la crónica de nuestra salida al Alto Tajo, un viaje que nos ha llevado desde el Paleozoico hasta nuestros días, plagado de cosas interesantísimas y vivencias para recordar. Y después de un buen descanso ¡estamos dispuestos para la siguiente!
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