Hoy en día casi todo el mundo tiene un teléfono de última generación capaz de solucionar muchos problemas cotidianos o para uso recreativo. Cuando se utilizan estos dispositivos para estudios relacionados con la Naturaleza, se puede entender que esa finalidad entraña cierta controversia, pues estamos empleando tecnología que ha contaminado para ser producida, muchas veces en exceso.
Nosotros no tenemos ningún teléfono de este tipo, es más, nuestros móviles son, como dice Dani, "de la Edad de Piedra". No queremos cambiarlos por nada del mundo, mientras funcionen para lo que han sido creados los teléfonos, o sea, para llamar. Los modelos son de unas generaciones atrás, llevamos con ellos diez años. Renunciamos a todas las facilidades que aportarían los nuevos aparatos para ganar calidad de vida, pues vemos a nuestro alrededor cómo la gente es más "tecnoadicta" y no es capaz de ir al servicio sin llevarse el móvil y nos da mucha pena, la verdad.
Si se trata de ir al campo, muchas veces viene bien tener cobertura para, en caso de que surja algún imprevisto, poder comunicarnos y resolver la situación. Pero de ahí a llevar un megateléfono que sabe más que el dueño, nos parece una exageración y algo superfluo. La gente ya no se acuerda del lápiz y el papel, de lo útiles que son, porque cada vez más se nos impone tener que escribir en un teclado, renunciando casi a nuestra propia caligrafía, reflejo de nuestra personalidad.
Todo para hacernos cómodos y no gastar un tiempo que de todas formas no lo vamos a aprovechar... Como decíamos al principio, se nos hace extraño que la tecnología invada hasta lo natural, perdiendo así su sentido más indómito. Si a esto le añadimos que muchos de estos cacharros están programados para durar menos de un telediario, se nos dicta casi a cambiar de teléfono de inmediato según la moda, es decir, tienen una obsolescencia programada que impone sus reglas.
Cada uno debe actuar en consecuencia, nosotros no somos nadie para determinar qué teléfono hay que llevar, somos unos nostálgicos empedernidos... casi hijos del piticlín, del llamar y no mandar mensajes y mucho menos "whatsapps". Aunque no nos cerramos en banda al uso de algún que otro avance, como estar ahora escribiendo en el blog, pero cuando vamos al campo intentamos evadirnos por completo de los estreses diarios y si no tenemos cobertura, no nos echamos a temblar, como harían muchas personas.
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