La contaminación acústica, el ruido en definitiva, no solamente perjudica a las personas que lo tienen que padecer, sino que también es un daño a nuestro entorno, siendo en determinadas ocasiones un riesgo para la salud pública y motivo de estrés ambiental en algunos animales. En las ciudades hay mayor contaminación de este tipo que en lugares más rurales. Reducir los niveles de ruido es una cuestión aún pendiente de resolver, para hacer más agradable y saludable la vida de las personas que residen en áreas urbanizadas. Con el verano a veces es más patente el exceso de ruido por las calles, ya que es habitual que se abran las ventanas durante la noche para conciliar mejor el sueño.
Pero no todo lo que perciben nuestros oídos les llega en forma de molestos ruidos: la música, el trino de los pájaros, el sonido de agua fluyendo, el susurro de una nana de una madre a su bebé o las gotas de lluvia cayendo que puntean sobre los cristales, son estímulos bien agradecidos para potenciar nuestra audición.
Biológicamente hablando, el sonido llega al oído como ondas que son recogidas por el pabellón auditivo, para después hacer vibrar al tímpano. El tímpano transmite esa vibración al caracol (o cóclea) a través de la cadena de huesecillos, y el caracol envía luego el estímulo sonoro al cerebro. Dentro del caracol las vibraciones hacen moverse la endolinfa (un líquido) que activa el órgano de Corti y es después cuando se manda esa información sonora para que la procese la zona lateral del cerebro.
Sin entrar en muchos más detalles, esta sería una explicación somera de cómo funcionan nuestros oídos. A la hora de visualizar esta información, hemos hecho este esquema animado de un oído para que veáis cómo fluye el sonido por ellos. Muchas veces lo mejor para aprender es observar dibujos o esquemas
que facilitan entender estos procesos.
ASÍ FUNCIONA NUESTRO OÍDO
Este es uno de los contenidos
que hemos desarrollado en nuestra página web
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