Verano suele ser tiempo de falta de noticias (salvo, tristemente, los en su mayoría evitables incendios), por lo que es normal ver que en los medios de comunicación broten noticias de relleno como brotan las setas tras las lluvias de otoño. Muchas de ellas son auténticos clásicos, como las "recomendaciones para combatir el calor" (increíblemente, sigue siendo necesario recordar a algunos que hay que echarse crema o no hay que salir a correr a las tres de la tarde). Otras, como suele ser costumbre en los medios, se tiñen de sensacionalismo para venderse mejor. Nos referimos, por ejemplo, a un caso reciente en el que la aparición de una especie de medusa en cierta playa era anunciada como una plaga de proporciones bíblicas.
A ver, no estamos diciendo que sea una falsa noticia, ni que dejemos que los niños jueguen con los restos de las medusas arrastrados hasta la orilla, ni que nos propongamos el desafío de nadar entre carabelas portuguesas. Lo que no viene al caso es el tono en que se transmite, porque no son necesarios los alarmismos, y basta con dar unas pautas de actuación para que la noticia cumpla su función. Además, tampoco sobraría explicar al público que nosotros mismos tenemos la culpa y la responsabilidad de estos picos de población: la mayoría de las medusas tienen como depredadoras las tortugas marinas, las cuales, debido a la masiva invasión humana de las costas, cada vez tienen menos lugares para desovar, por no hablar de las que mueren asfixiadas al tragarse plásticos que nosotros arrojamos al mar. Así que, si nos vamos de veraneo y nos encontramos que no nos podemos meter en el agua por las medusas, deberíamos hacer un ejercicio de reflexión, ya que el hecho tiene algo de justicia poética...
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