Desde este nuevo blog podréis conocer muchas cosas relacionadas con el Medio Ambiente: cómo caminar por la montaña, rutas de senderismo, curiosidades de flora y fauna, experiencias y anécdotas vividas... y un sinfín de ideas útiles que nos brinda cada día nuestra Naturaleza.

jueves, 22 de agosto de 2013

Tras el incendio de Cebreros

Por mucho que nos informemos a través de diferentes medios de comunicación de cómo se suceden los acontecimientos después de un incendio, verlo sobre el terreno ofrece una imagen bien distinta, mucho más rica para tomar conciencia de las dimensiones de una catástrofe de esta índole. Llegar allí, otear los alrededores intentando imaginar lo que había antes y retornar al presente, transformando los verdes intensos de las copas de los árboles a un gris ya no cenizo sino mugriento, nos encoge la mirada, nos hace fruncir el ceño e incluso el alma se nos achica. Esas llamas incontrolables que arrasaron fulminantemente un paraje declarado como zona ZEPA y LIC dada su riqueza faunística, ahora es el eco de paisajes volátiles, que se esfuman a cada paso que vamos dando, deshaciéndose con solo rozarlos. El aire tizna nuestro paseo de un olor amargo que se cuela rápidamente y del que no nos podemos despojar. Tos tras tos nos vamos acostumbrando, aunque no es costumbre, sino que ya no somos capaces de sentir otro olor, solamente llega el del humo. Nunca hemos fumado, pero hoy es como si hubiésemos inhalado varias cajetillas juntas de tabaco celta puro, de ese que los personajes malotes de un libro de novela negra no sueltan bajo ningún concepto. En el rato que hemos dedicado a caminar por aquel lugar, hemos respirado una considerable dosis de dióxido de carbono, polvo y ceniza. Hoy más que nunca ya ni se nos pasa por la cabeza prender un cigarrillo.

El humo va y viene, pero misteriosamente, allí donde antes hubo vida y luego la muerte imperó, retorna ahora de nuevo la vida otra vez con fuerza plena. Hoy hemos estado en Cebreros, queríamos ver la zona con nuestros propios ojos. Pero si esperáis que esta crónica continúe con más de esta retahíla de penurias, estáis equivocados. Nos hemos vuelto con una sonrisa de oreja a oreja, con un canto de esperanza plena que, naciendo de la más absoluta de las desgracias, da alas a la Vida que resiste ante todos los embates que van surgiendo contra ella.

Nada más llegar, las chicharras batían sus alas estridulando una banda sonora mucho más auténtica y alegre que el ruido que provenía de la carretera cercana con motos que iban y venían. El río Sotillo, prácticamente seco, en su estío forzado iba dejando pequeños regatos donde alguna que otra mariposa puede beber, pequeños alevines van flotando juntos, o algunos zapateros cruzan su exigua orilla.

Allí, en ese sitio maldito, hemos oído y visto varios picos picapinos, carboneros, palomas torcaces e incluso han asomado un par de milanos reales y en una rama un águila calzada también ha alzado el vuelo. Ya con esto nos volvíamos bien contentos, pero no ha sido lo único y más impactante: un grupo de cuatro rayones andaba merodeando por el lugar en busca de comida y de un poco de agua, ajenos a nuestra presencia. ¡Qué bonitos, qué hermosura! Dóciles, caminaban despacito, quizás algo desorientados. Al principio ni nosotros ni ellos nos habíamos dado cuenta de que no estábamos solos, pero en el momento en que hemos cruzado nuestras miradas a tan solo unos dos metros, la complicidad ha envuelto ese instante. Nos observaban mientras rebuscaban con sus hocicos entre el pasto cenizo. Iban ellos cuatro solos sin su madre, posiblemente eran huérfanos. Y ahí seguían con ese trote ligero, con esos ojillos vivaces y simpáticos. La emoción que hemos sentido Dani y yo ha sido brutal, nos hemos quedado sin palabras, nuestros ojos también soltaban brillo. Al poco de haberlos visto bien, sin inmiscuirnos en su afanosa tarea, salieron corriendo por la loma arriba. Con los animales salvajes jovencitos es mejor que no se acostumbren al ser humano. Nosotros no les hemos ofrecido ningún alimento.

Cuando nos marchamos, ellos, testigos de otra oportunidad para aquel lugar, rayaron con su inocencia la poderosa capacidad regeneradora de la Naturaleza frente a la inconsciencia inexplicable del hombre. Ojalá que tengan mucha suerte. Las sonrisas se pintaban solas, todo un regalo.

Os dejamos con las imágenes, sin comentarios ni más explicaciones.

Las fotos nunca son comparables a estar ahí y verlo con los propios ojos... Esperamos que os gusten.



































































































































































































































3 comentarios:

  1. Uaaaalaaaaa
    Me gustan mucho!!!!
    Y que monosos los jabatos. XD

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  2. Cómo nos miraban... más riquiños que ná... "monosos" amorosos jejeje, que potitos! pero dicho así no es nada, hay que verlo en vivo y en directo. Los vimos dos veces, al poco de llegar y antes de irnos otra vez. Andaban buscando comida. Yo quería echarles un poco de galletas que llevábamos en el coche de hace "siglos" (están ya más tiesas que yo que sé..., algún día echaran raíces jajaja) pero Dani dijo que se era mejor que se las apañaran solitos, que cuanto menos se acostumbren al hombre mejor. Así que por ahí andarán. Un abrazo y ánimo para septiembre, ya nos contarás si eso. Si necesitas cualquier cosa ya sabes dónde estamos.

    Almu :)

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  3. Una buena colección de fotos que reflejan tanto el lado triste de un incendio como la capacidad de la Naturaleza para curarse (si la dejamos). Almu hizo un buen trabajo...

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