Las anécdotas de nuestra labor de profe no tienen fin. En los últimos días de clase, estando yo en el departamento, dos alumnos de 1º de ESO vinieron con un bultito envuelto en un trapo diciendo que se les había metido en clase y que les habían dicho que lo llevaran a los profesores de ciencias. Cuál no sería mi sorpresa cuando vi que lo que traían era ¡un pequeño murciélago!
El animalito (por cierto, un Pipistrellus pipistrellus) parecía bastante tieso y daba la impresión de que, si no estaba muerto, poco le faltaba. Aún así, me quedé con el pequeño quiróptero y agradecí a los dos chavales el haberlo cogido. Dentro del departamento le saqué algunas fotos y lo dejé a un lado mientras atendía otros asuntos.
Pero los "sobresaltos" de la mañana no habían terminado. En una de las veces que volví al despacho tras sacar algunas fotocopias, descubro que el murciélago que había dejado sobre la mesa, estaba ahora medio colgado de una caja de bolígrafos. Así que muy muerto no estaba... Lo volví a poner, esta vez sobre la bolsa de plástico, pensando qué hacer con él, y en eso estaba cuando otro asunto me reclamó fuera del departamento. A mi regreso ¡había vuelto a desaparecer! Esta vez, después de mucho buscarlo, descubrí que se había bajado de la mesa y se había acomodado en un rinconcito oscuro detrás de un mueble.
Como estaba claro que el murciélago solo estaba atontado por el sueño, lo saqué al exterior, en un recodo seguro y oscuro para que pasara tranquilo las horas del día, deseándole suerte para cuando despertara y reanudara su actividad cazando bichitos a la luz de las farolas. Aquí os dejamos con un par de las fotos que pude sacarle mientras estaba amodorrado.
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