Van cayendo poco a poco las hojas de los árboles declamando en su trasiego la llegada del otoño. Y en ese latir que se aproxima, algunos habitantes del bosque dejan un hueco volando. Se marchan esos papamoscas que armaban gran revuelo de acá para allá... Ahora ya quedan mucho más lejos.
Una preciosa hembra de papamoscas cerrojillo (Ficedula hypoleuca) |
Y otro que cabalga a lomos del brillo que despiden sus alas, se apaga cada vez más. Ese caballito del diablo que travieso pinta en las hojas motas inquietas, misteriosamente se esfuma, ya no hay posaderos que le apetezcan,
ya no se visten los árboles de verde.
Un vistoso caballito del diablo |
Así que aquí la bienvenida sin melancolía a esa estación que nos abraza desde la lluvia del cristal y en su manto da calor bajo la mirada de nuevos viajeros, de viejos conocidos, de entrañables asiduos de nuestras crónicas que escriben ellos solos. La mejor de las historias es suya, bien de verde, bien de ocre o bien de dorado, cualquier color es válido.
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