Fotografía de vertebrados - I
A cualquiera le sorprende ver esas maravillosas fotografías
de osos, lobos o ballenas que se encuentran en revistas especializadas, y
sentimos un pellizquito de envidia mientras pensamos “Ojalá tuviera yo una
supercámara para poder sacar fotos así”.
Bueno, si bien es cierto que para moverse en ese nivel de
profesionalidad hace falta un equipo muy especializado (además de poder
costearse unos cuantos viajes), también es cierto que podemos conseguir
resultados muy majos con lo que habitualmente tenemos a mano.
Si queremos fotografiar animales, los más accesibles suelen
ser los pequeños invertebrados (mariposas, libélulas, escarabajos), para los
cuales nos irá bien tener un objetivo de tipo “macro”. Pero no hablaremos de
esos ahora, sino de los vertebrados, sobre todo mamíferos, que, debido a su
carácter más desconfiado y hábitos muchas veces nocturnos, se hacen muy
difíciles de “capturar”.
En primer lugar, no es imprescindible tener complicados y a
veces caros accesorios para esconderse (conocidos como “hides” en la jerga del
oficio). La elección de un buen lugar para hacer una espera puede compensar el
no tener ese tipo de equipamiento. ¿Y qué se entiende como “buen lugar”? Pues
uno en el que estemos más o menos escondidos e integrados en el paisaje. Un
detalle a tener en cuenta es que muchos mamíferos disfrutan de un olfato y un
oído excelentes: de nada nos sirve vestir colores de camuflaje y sumergirnos
entre los arbustos si antes de ir nos hemos echado una buena dosis de colonia,
o nos dedicamos a hacer todo tipo de ruidos porque la espera nos aburre.
Un buen lugar supone también saber reconocer qué sitios son
más probables como lugares de paso. Por ejemplo, charcas, ríos y lagunas atraen
fauna en el crepúsculo y el amanecer, y será buena señal que veamos huellas en
el barro de las orillas.
Y no se trata solo de escondernos a toda costa. La
actitud es fundamental. Al fin y al cabo, es difícil engañar a los animales en
su hábitat natural: están acostumbrados a estar alertas todo el día a la
posibilidad de depredadores. Si después de todos nuestros desvelos por hacernos
“invisibles” el ciervo o el jabalí que aparece nos encuentran con una facilidad
pasmosa, no debemos darlo todo por perdido. En lugar de hacer aspavientos para
sacar la foto a toda prisa antes de que se vaya, debemos convencer al animal
que somos un elemento inofensivo del paisaje. Permanezcamos tranquilos, no
miremos al animal directamente, actuemos como si el encuentro fuera casual y no
tuviésemos ningún interés en el recién llegado. Y cuando éste se tranquilice y
con su actitud nos dé permiso para estar ahí, entonces sí podremos intentar
retratarlo con nuestra cámara. Obviamente, podremos tener mala suerte y que el
animal se marche de todos modos, pues siempre hay individuos más desconfiados
que otros, pero ser discretos y respetuosos, lo hemos comprobado, es más eficaz
la mayoría de las veces.
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