Desde este nuevo blog podréis conocer muchas cosas relacionadas con el Medio Ambiente: cómo caminar por la montaña, rutas de senderismo, curiosidades de flora y fauna, experiencias y anécdotas vividas... y un sinfín de ideas útiles que nos brinda cada día nuestra Naturaleza.

lunes, 20 de abril de 2015

Diez días por Marruecos: el Atlas, el desierto o el Antiatlas...

El amanecer del noveno día, con su densa niebla, acompaña nuestro ánimo un poquito melancólico, porque nuestra aventura por el norte de África está tocando a su fin. Sabemos que el Atlántico está junto a nosotros, pero una cortina de bruma blanca nos impide ver su magnífica grandeza, más allá de la cual está todo un continente nuevo... Pero nuestro camino está a este lado, y después de un desayuno ligero nos ponemos en marcha. Es el último día que amanecemos en Marruecos.
 
Comemos un poco apresuradamente en Assilah, esa Assilah que parece que hace dos meses que conocimos aquel primer día de nuestra llegada. Es una sensación extraña ver como familiares lugares en los que solo hemos estado - en lo que a nosotros los novatos nos toca, claro - una sola vez. Allí está el paseo marítimo, la entrada a la medina con sus calles en blanco y azul ¡incluso la señal de STOP con la que nos hicimos una foto en su momento!
 
No hay mucho tiempo para hacer turismo, porque es importante que lleguemos al puerto puntuales. Y bien hacemos en salir con tiempo, porque Tánger es un auténtico avispero (más de lo normal) muchas de las calles que deberíamos tomar se encuentran en obras, y más de una vez perdemos de vista a alguien del grupo ¡Qué nervios! ¡Qué carrera contra el tiempo!
 
Y la aventura no termina cuando llegamos a la aduana con el tiempo más o menos justito. Si la ciudad estaba revuelta, la aduana es un auténtico sálvese quien pueda. Nadie sabe muy bien qué hacer, algunos corren a intentar que les sellen el pasaporte, otros vigilan que nos les cuelen nada en los maleteros, otros se quedan en el coche y les ordenan avanzar, a pesar de que los pasajeros aún no hayan vuelto. Los agentes de la aduana no se dan mucha prisa, la gente se agolpa - casi a golpes - los coches son registrados con perro y todo... En definitiva, todos respiramos muy pero que muy aliviados cuando nuestros coches entran en el ferry y nos vemos a bordo, superado el caos de jaleos y papeleos.
 
El barco zarpa, y desde cubierta vemos cómo se aleja la costa de Marruecos, donde tantas aventuras, experiencias y curiosidades hemos vivido. Nos despedimos con una sonrisa y sentimientos ambiguos, porque nos llevamos con nosotros vivencias muy positivas, pero todos tenemos, para qué vamos a negarlo, un poco de morriña del hogar.
 
A las 19:30, que en realidad son las 20:30, ¡pisamos de nuevo España! Los trámites en Tarifa, en comparación con lo que acabamos de pasar, son nada y menos. Todos juntos nos dirigimos entonces al Mesón Sancho, donde quedamos para comenzar el viaje (de nuevo esa sensación de que todo aquello ocurrió hace meses). Se hace también extraño volver a ver todos los carteles en castellano, e incluso las calles y los perfiles de los pueblos tienen algo de familiar, o quizás es que les falta esa silueta tan típica de los minaretes de las mezquitas.
 
En el Mesón comemos una ensalada con tranquilidad por primera vez en diez días, además de sopa de cebolla y emperador. Pablo y Nico dicen unas palabras a modo de ceremonia de clausura y brindamos porque todo ha salido bien. Mañana cada uno seguirá su propio camino, así que nos despedimos con muchos besos y abrazos, y, como viene a ser costumbre, caemos rendidos en nuestras camas.
 
 
 
 
 
 

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