Los colores necesitan una considerable cantidad de luz. Veamos por qué.
Necesitas:
Seis lápices de colores diferentes
Papel blanco
Cinta adhesiva
Cómo hacerlo:
Coge un lápiz. ¿Sabes de qué color es? ¿Sí? ¡Estupendo! Ya has hecho lo más difícil. Escribe el nombre del color en una hoja de papel blanco.
Ahora coge otro lápiz diferente y vuelve a escribir el nombre del color en la misma hoja. Repite la misma operación con los cuatro lápices restantes.
Ahora coge otro lápiz diferente y vuelve a escribir el nombre del color en la misma hoja. Repite la misma operación con los cuatro lápices restantes.
Pega la hoja de papel a la pared con la cinta adhesiva en una habitación que esté bien iluminada. Lee las palabras que has escrito. ¿Verdad que cada palabra coincide con su color?
Atenúa la iluminación de la habitación y vuelve a leer las palabras. ¿Aún eres capaz de diferenciar los colores? ¿Cuáles son los más difíciles de leer? ¿Y los más fáciles?
Qué sucede:
Con una iluminación tenue es difícil distinguir los colores.
¿Por qué?
Los bastoncitos y los conos captan la luz que entra en los ojos. Los bastoncitos trabajan a la perfección cuando el nivel de luz es escaso y nos permiten ver de noche o en habitaciones ligeramente iluminadas, pero son incapaces de distinguir los colores; ven el mundo en matices de blanco y negro.
En un ambiente de luz intensa, los conos identifican los colores que has escrito con los lápices, pero al atenuarla, carecen de la iluminación necesaria para conseguirlo. En realidad, los bastoncitos son los únicos capaces de identificar las palabras; de ahí que aparezcan como matices de gris.
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