Como cualquier momento es bueno para un buen cuento, contando con vosotros, llega el principio de uno que se nos acaba de ocurrir:
De entre todas las aves que se ven, había una vez un carbonero. Con mucho salero siempre estaba en su posadero. Trajinando sin parar muchas veces se iba a posar en la última rama de un gran pino.
Allí su vecino el jilguero lo solía saludar: ¡Hola, qué tal! ¡Otra vez por aquí! Ya ves, compañero, me paso el día entero así, de acá para allá, construyendo mi nido. ¿Tú qué haces ahora? Llevo un poco de demora... hablamos a otra hora, me tengo que ir, voy a ver a mi amigo el puercoespín...
CONTINUARÁ...
PORQUE SIEMPRE VIENE A CUENTO
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