Una de esas experiencias que puedes contar ya cuando pasa el tiempo y echas la vista atrás nos ocurrió yendo de excursión a la sierra. La mayoría de las veces que cuentas alguna de estas cosas no es igual que vivirla en tus propias carnes... pero, bueno, os la contamos igualmente.
Era un día de ventisca intensa, allá por octubre o noviembre de hace ya unos cuantos años. Como no disponíamos de tantos medios para hacernos con un buen pronóstico del tiempo para saber con certeza lo que nos íbamos a encontrar, y no nos hicimos a la idea, finalmente salimos para la sierra.
Estuvimos por los aledaños de Peñalara, con un viento que levantaba cualquier cosa que aparecía a su paso. Pudimos hacer gran parte del camino con más o menos apuros. Cuando ya nos dimos la vuelta para llegar a comer, nos resguardamos detrás de una caseta.
Dicho así todo esto no parece nada del otro mundo, pero ahí no acaba todo. Llegamos a la estación de Cotos, nos tomamos un buen caldo calentito y hacemos un poco de tiempo charlando. Lo mejor, o quizás lo peor, se presenta cuando vas a coger el tren de vuelta para llegar a casa y te dicen en el bar que no, que ya no hay ningún tren.
¿Qué hacer entonces? No teníamos muchas opciones... quedarnos durmiendo al raso no era una de ellas, el viento hubiera acabado con nosotros en dos soplidos y no llevábamos ni tienda de campaña ni nada que se le pareciera. Por aquel entonces no había teléfono móvil disponible, estamos hablando de cuando los primeros prototipos de telefonía móvil aún eran un estreno muy reciente y no teníamos ninguno de esos zapatófonos. Tampoco había cabinas cerca. Íbamos descartando opciones a medida que veíamos que se nos echaba la tarde-noche encima. Una de ellas que se nos ocurrió fue irnos a la carretera para deshacer el camino andando hasta la primera estación de cercanías, o de autobuses, o algo parecido que encontrásemos. A esas alturas ya estábamos más que congelados del frío que hacía... finalmente nos pusimos a andar cómo podíamos por la carretera y entonces nos dijimos: "tenemos que hacer autostop".
Así lo hicimos. Las posibilidades de que algún chalado nos subiera en su coche eran muchas, pero con el frío que teníamos ni nos las planteamos.
Tuvimos muchísima suerte: nos cogió un señor que además de ser muy agradable daba clases en la universidad, y nos acercó hasta la estación de cercanías y allí cogimos un tren y pudimos volver a casa.
Cuando lo ves con el paso del tiempo te ríes de lo que fue. En ese momento no estás para pensar en nada. Ahora mientras lo escribes con un poco más de perspectiva compruebas que tuvimos mucha suerte, la cosa podía haber acabado de forma muy diferente.
Lo que nos pasó fue porque no teníamos los horarios de trenes actualizados, no había internet para contrastar la información. Si lo hubiésemos sabido no habríamos dejado escapar el último tren.
Como consejo deciros que siempre hay que planificar bien las excursiones, por muy conocido que sea el sitio a donde vamos, siempre pueden surgir imprevistos. Tanto el clima que nos vamos a encontrar como cuánto tiempo va a durar la ruta y por dónde la vamos a hacer, son cosas a tener en cuenta. Gracias a que decidimos hacer autostop ese día todo acabó bien, pero nosotros no aconsejamos que lo hagáis vosotros si tenéis otras opciones mejores. Solamente fue una solución para salir de una situación en apuros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario