Una vez, caminando por los montes de Valsaín,
cuando iba cayendo la tarde y decíamos adiós a una jornada
que nos brindó la oportunidad de ver en vuelo rasante
sobre nuestras cabezas una cigüeña negra que
nos regaló una de sus plumas,
un risueño petirrojo puso el broche al día
y, con la boca llena, parecía que
nos quería invitar a probar de su comida...
- Las fotos son de hace unos años,
están hechas en sombra y con una cámara compacta -
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